
Director: Charles Chaplin
Duración: 68 minutos
País: Estados Unidos
Reparto: Carl Miller, Edna Purviance, Jackie Coogan, Charles Chaplin, Albert Austin, Beulah Bains, Nellie Bly Baker, Henry Bergman, F. Blinn, Kitty Bradbury, Frank Campeau, Bliss Chevalier, Frances Cochran, Elsie Codd, entre otros.
" Una mujer londinense, sumamente pobre, se ve en la necesidad de abandonar a su hijo en una casa de millonarios, aunque por una serie de circunstancias el niño terminará siendo cuidado por un vagabundo que se convierte así en su padre. Cinco años después, y con la madre convertida en una popular cantante, el destino tratará de separarlos."
Recuerdo ahora una vez que el fotógrafo holandés Anton Corbijn (director y fotógrafo de artistas como Depeche Mode, U2 y Nirvana, entre otros) señaló que el mundo debería de ser en blanco y negro, después de ver esta maravillosa película protagonizada por uno de los grandes iconos de la historia del cine, creo que es muy cierto.
Es una de las películas más inteligentes y emotivas que se han filmado, con un Charles Chaplin simplemente pletórico, hay que tener hielo en la sangre para no sentir nada ante tal obra de arte, y en mi humilde opinión pocas cintas han contado de manera tan deliciosa una relación paterno-filial.
No soy padre, pero si lo fuera me gustaría sentir tanta devoción por mi hijo, como la que demuestra el genio Chaplin por ese pequeño que aunque no tiene sus genes realmente es su hijo.
Magistral y entrañable, creo que el cine actual debería de aprender la esencia de saber emocionar sin emplear demasiados artificios. Chaplin en diez minutos era capaz de que pasaras de morirte de la risa a llorar como un abandonado.
Y es que no hay obra de Chaplin que no sea irremediablemente un gran clásico, prácticamente ninguna. Ésta no iba a ser menos, sobre todo si es una de sus mejores aportaciones. Porque a mí el cine de Chaplin me limpia la mirada, esa sencillez y esa nobleza de sentimientos tan pura, esa comicidad tan física y tan imitada, lo que son ahora recursos humorísticos más que gastados, en él me funcionan, me devuelven a la inocencia, a la ilusión del cine.
Pienso por ejemplo en la escena en la que las personas del orfanato quieren arrebatar al niño de Chaplin. Es una escena sencilla y tan melodrámatica que estoy seguro que en otra película, esa escena me hubiera dejado indiferente y sin embargo aquí la interpretación del niño tan brillante de cine mudo, me remueve por dentro. Y eso es algo que no puedo explicar.
¿Por qué el humor sencillo, o la mirada triste de los primeros planos del vagabundo me provocan algo internamente?
No lo puedo dilucidar, pero me basta con que me suceda y así me ocurre con todos los filmes que he tenido oportunidad de apreciar y que tienen su marca, la etiqueta Chaplin. Porque Chaplin te hunde en su mundo, procedas del tiempo que procedas.
No merece la pena hablar del contenido, creo que es mejor que la aprecien por ustedes mismos, por ello prefiero mencionar que es magnífica la química conseguida entre todos y cada uno de los intérpretes, que actúan como si de un juego de niños se tratara, creando así la sensación al espectador de estar en un sueño donde realmente nada y todo es importante, donde todo es posible, donde finalmente el color gana la batalla en un mundo en blanco y negro; y cuando digo color me refiero a una visión optimista de la vida, incluyendo los momentos obscuros o malos.
Imprescindible, hay que verla a toda costa.
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