
Director: Vittorio De Sica
Duración: 89 minutos
País: Italia
Reparto: Maria-Pia Casilio, Lina Gennari, Ileana Simova, Elena Rea, Memmo Carotenuto, Alberto Albani Barbieri, Pasquale Campagnuola, Riccardo Ferri, Lamberto Maggioriani, entre otros.
" Umberto Doménico Ferrari es un jubilado que intenta sobrevivir con su miserable pensión. Sumido casi en la pobreza, vive de alquiler y tiene que ingeniárselas para pagar el dinero que su casera le reclama. Los únicos amigos que Umberto tiene en este mundo son una joven criada y sobre todo su perro Flike."
Hay quien dice que el cine social es una patraña, una corriente que suele estar manipulada, un movimiento aburrido, cotidiano y sin interés. Otros afirman que el cine de acción es absurdo, jamás nos vemos representados, está lleno de clichés y poco importa la veracidad de lo que se cuenta. Los primeros manifiestan que el cine social no entretiene. Los segundos se quejan de que el cine de acción no emociona.
El neorrealismo surgió como respuesta a un cine inocuo, a la censura, a los problemas económicos en Italia y las consecuencias de la guerra. Reaccionó haciendo pensar a los espectadores y con vocación de llegar a la "verdad" mediante un estilo que tomaba aspectos del documental, un estilo sobrio y despojado.
En esta cinta concretamente se nos muestra un personaje y, a través de él, vemos el problema social que le oprime, vemos la soledad, la falta de recursos en la que vive y la tremenda ausencia de solidaridad e indiferencia de los demás.
La película cuenta todo esto por medio de las cosas más insignificantes y cotidianas y eso es precisamente lo triste, lo que vemos es lo habitual para ese jubilado, su rutina. No nos están contando nada excepcional, sino el día a día de este hombre. Es la forma más rotunda de denunciar algo pese a que no lo parezca.
De factura pobre en apariencia, acaba siendo vehículo para que De Sica, más allá de su vertiente como autor comprometido, nos demuestre su capacidad como narrador. No era sólo un director capaz de aleccionarnos y formarnos conciencia de las dificultades de la vida, sino también lograba emocionar y extraer una templada belleza del más profundo patetismo, sacando gran rendimiento de las imágenes y de la construcción de las escenas para evocar, sin precisar del diálogo, a través de pequeños detalles.
Don Umberto ya no tiene alquilada legalmente la habitación, pues debe dinero a la dueña. Y precisamente es el egoísmo de ésta, que no le perdona durante unas semanas unas míseras liras a su huésped más antiguo, lo que me lleva a identificarme con Umberto.
Aunque de fondo está el tema de las pensiones, se agradece que no dibujen a todos los ancianos como si fueran unos corderos inocentes. También ellos son egoístas, y mucho más en épocas tan duras; no hay más que ver a los amigos con los que va encontrándose, que le rehuyen en cuanto se imaginan la petición de ayuda. De igual manera Umberto sólo se preocupa por él, por su perro, que de la muchacha sola y embarazada que ya todos habíamos aceptado como su nieta adoptiva.
La música es muy buena, y logra que en las escenas más pausadas el nivel dramático no sólo no baje, sino que incluso aumente.
Al ojear mi lista de películas favoritas observé que la mayoría eran dramas fascinantes. Tal vez sea porque el cine es una sala a obscuras. O porque la mejor película no es la que más te emocionó la primera vez que la viste, sino la décima.
Y ahora los dejo, tengo unas llamadas que realizar.
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