Director: Steven Spielberg
Duración: 146 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Haley Joel Osment, Frances O'Connor, Sam Robards, Jake Thomas, Jude Law, William Hurt, Ken Leung, Clark Gregg, Kevin Sussman, Tom Gallop, Eugene Osment, April Grace, Matt Winston, Sabrina Grdevich, entre otros.
" En un mundo futuro, los seres humanos conviven con sofisticados robots denominados Mecas. La emoción es la última frontera entre hombres y máquinas. Pero, cuando a un robot-niño llamado David se le programa para amar, los hombres no están preparados para las consecuencias. David se encuentra solo en un extraño y peligroso mundo."
Muchos fuimos los cinéfilos que, tras la muerte del gran Stanley Kubrick, temimos que su proyecto sobre la Inteligencia Artificial que preparaba en aquellos días quedara de manera definitiva en manos de Spielberg, con quien Kubrick ya había hablado mucho del proyecto, como el amigo personal que era. Pero este temor no significaba que Spielberg no fuese un gran cineasta, que también lo es (cuando quiere y cuando puede), sino que cada uno posee un estilo completamente diferente a la hora de reflejar sus mundos personales, y se podía pensar que a Spielberg no le motivaba una obsesión de Kubrick.
Pues bien, nunca sabremos lo que hubiera hecho el buen Stanley con su ansiado pero fallido proyecto, pero cuando pude contemplar esta cinta podría decirse que es posiblemente una de sus mejores obras, o al menos está en el grupo que se destaca, aunque desgraciadamente el público no respondió a las expectativas y es una de las menos populares, quizá precisamente por la calidad de la misma. La fascinante historia del niño-robot que desea ser amado por sus desconcertados padres adoptivos, en un futuro tal vez no tan lejano en el que la tecnología ha conseguido que las máquinas tengan emociones y sensaciones humanas, es realmente inquietante, y está maravillosamente interpretada por el mejor actor infantil de aquellos años, Haley Joel Osment, alias 'a veceo veo gente muerta'.
Cuando me preguntan ¿Te gustó la película? Lo primero que pienso es: ¿Me ha producido alguna sensación? ¿He sentido miedo? ¿Me ha transmitido alguna clase de esperanza? ¿Me ha enseñado una perspectiva que no conocía? Una vez respondidas esas preguntas, puedo contestar a la interrogante principal. En este caso sí, aunque podría decir que a medias.
Debo admitirlo, en la primera hora de metraje, ya me estaba imaginando dándole la razón a mucha gente a la que le había oído decir que esta era posiblemente la mejor obra de Spielberg. Al terminarla, mi opinión es la siguiente, pese a no haber visto toda su filmografía, se me hace muy difícil imaginar que Steven haya creado algo peor que esto. Insisto, es una de sus mejores, pero no creo que la mejor.
Y es que si combinas las primeras sensaciones que te genera con el saborcillo amargo intenso que me dejó al final, lo único que se puede hacer es sentirse insatisfecho ante una película tan desaprovechada.
Toda la parte aquella que se desarrolla mientras el androide permanece al lado de su familia adoptiva, es una delicia. El discurso filosófico y moral tan rico que nos cuenta por ejemplo en cosas como la máquina sustituyendo a un hijo, la responsabilidad ética y moral del creador respecto de su creación o ¿en qué punto aparece la diferencia entre lo orgánico y lo mecánico? En pocas palabras: ¿se puede amar a una máquina?. Todo eso bastante camuflado detrás de la historia que se cuenta sin prisa, pero sin resultar aburrida.
Los personajes, creíbles y la actuación del pequeño, como ya lo mencioné, perfecta. Todo ello haciendo uso de una fotografía y puesta en escena sugerente y brillante. La cinta te jala poco a poco hacia ella, hasta que estás completamente dentro, te engulle, y una vez alcanzado lo más difícil en el cine (captar tu atención e interés), simplemente lo tira todo por la borda.
Y es que una vez el mocoso emprende su odisea, la película empieza a mostrar todos sus defectos. La historia avanza muy lentamente y con tropezones. El personaje de Jude Law, no tiene ni la personalidad, ni el peso en la historia, ni la coherencia suficiente como para que le dediquen tanto espacio. La película, poco a poco empieza a hacerse densa y tediosa, tras más de una hora sin haber visto el reloj, los vistazos a la muñeca izquierda se aparecen.
La narración poco a poco va perdiendo todo su atractivo, el discurso antes antes oculto, pero evidente, empieza a colarse en diálogos cada vez menos espontáneos y mas cercanos a la prédica o al sermón (todo depende) y pese a admitir que probablemente todo esto no sea suficiente para calificarla de fiasco absoluto apreciando su excelente primera hora, al acercarse al umbral de la segunda llega el desenlace y con él que la gota que derrama el vaso.
No sé muy bien por qué, pero viendo esta cinta se me vino a la cabeza Solaris, aquel clásico de la ciencia ficción escrito por Stanislaw Lem y llevado a la pantalla por Tarkovsky en donde se contaba la historia del choque de dos inteligencias que jamás conseguirán establecer un vinculo. Tal vez porque uno se siente raro en este viaje a las profundidades del alma humana. Alienado, y al mismo tiempo fascinando por esa atmósfera alienante, valga la redundancia.
Sin embargo, sería un tremendo error negar la belleza, la importancia y la maestría de esta obra que hace de la universalidad su mejor arma: todos queremos pertenecer a una familia, todos buscamos sin cansancio el amor, todos miramos impávidos las injusticias del mundo, y al final, todos queremos volver a casa.
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