Director: Jean-Pierre Melville
Duración: 145 minutos
País: Francia/Italia
Reparto: Lino Ventura, Paul Meurisse, Jean-Pierre Cassel, Simone Signoret, Claude Mann, Paul Crauchet, Christian Barbier, Serge Reggiani, André Dewavrin, Alain Dekok, Alain Mottet, Alain Libolt, Jean-Marie Robain, Albert Michel, Denis Sadier, entre otros.
" Philippe Gerbier es un ingeniero civil que ha entregado todos sus esfuerzos a la valerosa resistencia francesa, de la que es uno de sus máximos responsables. Pero llega el día en que la policía aliada le captura, siendo retenido en un campo de concentración bajo atenta vigilancia. Tras un traslado logrará escapar improvisando una fuga relámpago. A partir de ese momento viviremos con su testimonio el día a día de la resistencia y sus dificultades ante el poderoso invasor."
Si se quiere conocer el talento singular del director Jean-Pierre Melville puede observarse cualquiera de sus películas, la mayoría en torno a lo mejor de la serie de cine negro de la época: cintas policíacas en las que se confunde el villano y el héroe, en los que el criminal es una imagen deformada de la buena sociedad y el policía un alter ego del delincuente, por momentos peor que él.
Pero si se quiere entender el fenómeno de la resistencia francesa como respuesta a la ocupación alemana, esta obra ofrece por partida doble cine de alta calidad: por un lado la obra más redonda del director que murió de manera temprana con sólo 56 años, y al mismo tiempo una mirada adulta, conmovedora, e igualmente dura, dolorosa, colmada de episodios históricos, documentados, en los que el propio director participó cuando era joven y rabiosamente revolucionario frente a la feroz tiranía nazi.
Después de apreciarla me imagino cómo serían las cosas en la Francia posterior a la guerra. En los restaurantes o en los boliches todo el que tuviera ganas de presumir contaría sus batallas frente a la ocupación nazi a quien quisiera oírlas. Unos exagerarían o mitificarían esa época recordando sólo lo más vistoso, o simplemente se inventarían unas gestas, para impresionar a la audiencia, muchos añorarían esos buenos tiempos, y finalmente otros, aun admitiendo que no participaron en la resistencia, soltarían elogios acerca de las hazañas y la personalidad de tal o cual resistente al que tuvieron la fortuna de conocer. Por supuesto, ni el cine ni las novelas serían ajenas a esta inflación de héroes.
La cinta se basa en la novela del mismo nombre, escrita por el antiguo miembro de la resistencia Joshep Kessel, que colaboró en el guión junto a Melville, que como ya lo había mencionado también había pertenecido a la resistencia durante los años de guerra.
La producción de Melville se caracteriza por una técnica muy perfeccionista de impecables encuadres (como muestra sólo hay que ver el comienzo, muy planificado desfile militar por el Arco del Triunfo) y sencilla puesta en escena, con ligeros movimientos de cámara.
En ese sentido la película es una creación minuciosa, lenta, preciosista, en la que la valentía de sus protagonistas se permite la exhibición de sus debilidades, sus temores, sus traiciones, y a veces su crueldad, mostrado todo con la caligrafía admirable de un creador, pero también con el dolor sin desviaciones de quien ha sufrido en su propia piel la persecución, el arrojo y el implacable dominio del odio a la hora de perseguir y ajusticiar a los traidores en tiempos feroces. Nada de héroes en manos de milagrosas aventuras: siempre hombres con altos y bajos, valentía y temores, ingenio y torpezas en un entorno de lo más especial, ya que personajes y situaciones se basan en hechos reales.
Sin embargo, creo que las cosas bajo la ocupación debieron de vivirse de forma diferente. Francia había sido derrotada de forma humillante y ello lo imputarían a su mal gobierno. Por otro lado, en cuanto los franceses vieron que los ocupantes mostraban cierto respeto y nombraban a un presidente, pagaban sus comidas y se portaban de forma ordenada, la mayoría se acomodaría al status quo.
Y en ese sentido comprendo que Melville quiere aterrizarnos en esa época, con todas sus miserias. La principal es que la resistencia fue en definitiva cosa de poca gente, que llevó a sus protagonistas a un inframundo, que sus acciones aparte de muy peligrosas eran deprimentes y que muy pocos salieron vivos. Melville nos viene a decir también que cuando se vive al límite del riesgo y del miedo, la epopeya ya se ha evaporado.
Los actores no pudieron ser mejor elegidos. Todos componen creaciones inolvidables. La película se ve con gran interés y deja un sabor amargo, un cierto dolor que invita a debates y reflexiones profundas alrededor al coraje que se necesita para ser coherente con lo que se piensa, tanto en tiempos comunes y corrientes como en los difíciles tiempos que narra esta historia.
Finalmente me parece que las creencias, los sueños o los deseos forman parte de la realidad. Si ocultamos estos elementos, el realismo se aplasta y poco de lo que nos ocurre, o de lo que ocurría en ese momento, se entiende. Los resistentes lo eran por algo que a la cinta se le escapa, o si existe, no se muestra. Había una realidad detrás, aunque fuera psicológica, más rica que la que la obra nos cuenta.
Puede ser incluso que la mayoría de esa gente nos parezca ridícula: muchos serían comunistas, otros estarían contagiados de cristianismo, otros muchos ahora los calificaríamos como fanáticos nacionalistas. Además, y por encima de esas ideas, debería de prevalecer entre todos ellos una fe inquebrantable en la victoria. Y es esa realidad intangible de las ideas que animaban a los resistentes lo que se le escapa a Melville.
Como sea, es imprescindible verla. Sobre todo para tener una visión diferente de la Segunda Guerra Mundial, que nos recuerde que en la guerra no hay tiempo ni para la felicidad, ni para la vida.
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