Director: Kenneth Lonergan
Duración: 137 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Casey Affleck, Ben O'Brien, Kyle Chandler, Richard Donelly, Virginia Loring Cooke, Quincy Tyler Bernstine, Missy Yager, Stephen Henderson, Ben Hanson, Mary Mallen, Lewis D. Wheeler, Anthony Estrella, C.J. Wilson, Susan Pourfar, Robert Sella, y algunos más.
" Se le pide a un hombre que atraviesa por una depresión que cuide a su sobrino adolescente, después de que el padre del adolescente muere."
Primero habría que decir que, esta película no es apta para toda clase de publico. Incluso, algunos despotricarán contra ella y la llamarán sentimental porque no alcanza a tocarles alguna fibra sensible en su purulento interior. Por la razón que sea, si algo no funciona para ti, mejor renuncia a la causa y busca algo que se acomode a tus gustos.
La tranquilidad (o si quieren llamarle pasividad) de la mayor parte de la película no ofrece ningún instante para el despiste o el lapsus de distracción o alguna clase de respiro sobre el dolor punzante de la pérdida, o lo que es aún peor, cierto lamento por la cualidad irreversible del tiempo. Actos pequeños, aparentemente insignificantes en determinado momento crítico de la existencia se convierten en puntos fundamentales de la misma. Es decir, cualquiera que haya vivido algo complejo y lacerante, incluso algo muy parecido a los eventos mostrados en esta obra, lo sabe. La idea se resume en aquella prudente frase que la gente suele decir: Camina una milla en aquellos zapatos.
En este filme no hay momentos repletos de brillo o elementos visuales que aligeren de forma artificial la imaginación para distraer de la pura realidad. Esta cinta muestra cómo es en verdad la clase media en Estados Unidos (la clase media emergente, donde las cosas pueden valer un centavo, donde resignarse y sacrificarse son una elección de todos los días).
En este caso la vida cotidiana (no la pobreza sofocante o lo opuesto) pasa por los rituales de la práctica del hockey, el ensayo de la banda principiante de rock, la libido adolescente, o la frustración que burbujea sobre precarias obsesiones de personas insignificantes que ignoran la posibilidad de que alguien viva en un trágico dolor inalterable y una enorme pesadumbre.
La más trascendental de sus cualidades es la conexión emocional que se establece con el protagonista. Realmente se puede llegar a sentir por Lee Chandler la manera cómo intenta sobrellevar la tragedia que lo ha destruido como persona. Es un hombre emocionalmente perturbado, pero se da cuenta del hecho de que debe continuar viviendo, que debe continuar asumiendo la responsabilidad que más rechaza debido a la tragedia que ha enfrentado en su existencia, luchando contra sus demonios internos para ser un buen tutor de su sobrino.
Lee es un conserje que trabaja en Boston cuando se entera de la muerte repentina de su hermano debido a un ataque al corazón sucedido en el poblado vecino de nombre Manchester, que también lógicamente es el lugar de origen del protagonista. De acuerdo a la voluntad del hermano, Lee tiene que convertirse en el tutor de su sobrino de 16 años. Como resultado de ello, Lee se muestra muy reacio a aceptar dicha responsabilidad, a pesar de que aprecia a su sobrino. Cómo acepta el compromiso impuesto y finalmente cede a cada deseo de su sobrino, que incluye mudarse a Manchester, un lugar que tanto desprecia debido a la tragedia personal que sufrió en ese sitio, forma el quid de la historia.
Sin embargo, lo que realmente le brinda a esta película cierto empuje es que el hilo central resulta apenas perceptible al principio de la narración. Esto es, la primera vez que nos encontramos con el protagonista suponemos que algo le preocupa, pero muy probablemente todas las especulaciones que podamos realizar acerca de los motivos de su comportamiento están muy, muy lejos de la realidad.
En primer lugar, es dificultoso entender el comportamiento errático y reservado de Lee, teniendo en cuenta la naturaleza jovial presente en los flashbacks anteriores a la tragedia; pero tan pronto se conocen las circunstancias de la desgracia que ha experimentado, cambia por completo la forma de percibirlo y la carga emocional generada se dirige únicamente a ese atribulado sujeto. Y el motivo de ese cambio se debe en gran medida a la forma en que Lee es interpretado por Cassey Affleck. El tipo consigue que el personaje se vuelva suyo y ni una sola vez se aprecia que esté actuando, no existe ni una pizca de melodrama. Una interpretación tan acotada y que transmite la frustración del personaje en toda la pantalla y esto es algo que no muchos actores puedes lograr. Por supuesto, el mérito es todo suyo por concretar un desempeño tan acertado.
Todas sus motivaciones se nos muestran lentamente usando retrospectivas disimuladas y silenciosas (flashback en este caso me parece una palabra muy discordante con el asunto); y el evento fundamental de su gran dolor aparece sin previo aviso. De hecho, en mi opinión un pensamiento que probablemente aparezca cuando el espectador comprenda la magnitud del evento será: ¿Cómo puede este hombre seguir enfrentando el día a día, comunicarse, simplemente funcionar?.
En ese sentido, la angustia del personaje principal y el resto de ellos, se vuelve más ostensible con el transcurrir del metraje, hasta el punto de que incluso los espectadores que sean menos empáticos con el argumento probablemente lleguen a cuestionarse si necesitan volver a evaluar su propia percepción en lo que podría denominarse como su capacidad de empatizar.
Como esta es la segunda vez que la observo, me he preguntado en ambas ocasiones si la he disfrutado y la respuesta es negativa. No, más bien la película puede llegar a ser más que un placer para la vista y para la mente.
Llegado a ese punto, la interrogante sobre si la volvería a ver me parece conveniente. La respuesta de nuevo sería negativa. No, no necesito recordatorios sobre mis propios remordimientos o mis propios errores sería mi contestación más detallada. Como sea, en el par de ocasiones que la he mirado obtuve mucho de ella. Por ejemplo me obligó a evaluar mi propia capacidad de empatía, así como a poder apreciar el contexto de mis propias experiencias y las actuaciones sobresalientes de algunas personas. En algún sentido revaloricé mis percepciones acerca del concepto de ese sentimiento de participación afectiva en la realidad que afecta a otros y mi propia capacidad de llevarlo a la acción.
Por lo que se refiere a la trama, todo en ella es más que plausible. La cinematografía se siente filmada a través de los ojos de un ser normal, sensato, racional y muy perceptivo. Una persona que no hace uso de ningún artificio. Dicho de otra manera, con esta cinta me doy cuenta de que la gente vive en casas como aquellas en las que he vivido, en las que muchos otros también han habitado. Y los actores que conforman el elenco no surgieron de alguna de esas revistas de moda y belleza. Se muestra poco descuido en el trazado estético, pero sin llegar a ser ese aspecto limpio y nítido de muchas películas. En resumen, esta obra se palpa exactamente como lo que es: una cinta sobre la vida ordinaria de la clase media y trabajadora que reside en casas y calles normales (si es que ese término realmente existe).
Nada de lo expuesto hasta aquí significa que este filme funcione como una especie de evasión para alguien que esté en medio de experiencias mucho más complicadas y horrorosas. Más bien es una ventana hacia una vida común y corriente que ha sido corrompida y destrozada por una pequeña omisión pero que no deja de ser fundamental en el origen del problema: algo minúsculo que muchas personas han originado sin tener que vivir con las consecuencias de sus actos.
A pesar de que a mi nadie me pide recomendaciones, si tuviese que hacerlo me aseguraría de pedirle al que tuviese enfrente de mi que la mirara sin ideas preconcebidas (otra vez, si esto es posible) y que tratara de advertir cómo esta creación afecta su percepción sobre la noción que se tiene de ponerse en los zapatos del otro, sobre su capacidad de empatizar.
Aunque en este punto, cabe indicar algo primordial relacionado con ella; no es una película sin esperanza. Pero cuando esa esperanza llega a nacer en el relato, cuando todo se calma, es realista, silenciosa y admisible. No obstante de los evidentes errores y desperfectos de los personajes principales que ya son adultos, me parece encomiable que la mayoría de la gente que pueda descubrir esta cinta pueda tener la capacidad de respetar a personajes basados en la vida real que pueden levantarse, continuar e intentar lo mejor para reparar sus fallas y ser mejores personas.
En síntesis, escuchamos todos los días y en muchas oportunidades diversas historias sobre la lucha de un ser humano por conquistar su más preciado sueño al enfrentar todas las dificultades posibles por alcanzarlo. Esas dificultades y esas historias luego se convierten en una fuente de inspiración para aquellos que atesoran metas similares, pero que aún no han logrado lo mismo. Pero qu¿e hay de los que no tienen sueños o más bien han perdido la capacidad de soñar, aquellos cuyo pasados los persigue tanto que un sueño no tiene ningún significado en sus vidas. Que todo lo que tienen son pesadillas. Claramente, tales historias no inspiran a nadie.
Entonces, ¿qué es lo que los mantiene de pie y avanzando hacia adelante? ¿cuáles son las batallas que libran todos los días? Más allá de que lo hagan por cuidar a sus seres queridos, incluso si viven y subsisten por su propio bienestar, deben luchar contra el pasado y es esta lucha lo que la mirada de esta obra hacia esa compleja coyuntura lo que la convierte en una visión convincente.
Es más, a mi entender estas historias también deberían ser una fuente de inspiración para todas esas almas deprimidas con pasados traumáticos semejantes, y esa parte, este filme lo realiza de manera relevante.
En este caso no es el mundo exterior contra el que se está combatiendo, sino contra el mundo dentro de sí mismo. Una destacada representación de un alma desolada.
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