Director: Ousmane Sembene
Duración: 124 minutos
País: Senegal / Burkina Faso / Marruecos / Túnez / Camerún / Francia
Elenco: Fatoumata Coulibaly, Maimouna Hélène Diarra, Salimata Traoré, Dominique Zeïda, Mah Compaoré, Aminata Dao, Rasmané Ouédraogo, Ousmane Konaté, Bakaramoto Sanogo, Modibo Sangaré, Joseph Traoré, Théophile Sowié, Habib Dembélé, Gustave Sorgho, Cheick Oumar Maiga, entre otros.
" Cuando una mujer resuelve proteger a un grupo de niñas de la mutilación genital femenina, comienza un conflicto que desgarra a la pequeña aldea en la que habita."
En lo que sería en ese momento el último largometraje del veterano cineasta africano Ousmane Sembene, el espectador es transportado a una remota aldea ubicada en Burkina Faso, donde una mujer se ha atrevido a oponerse a la tradición local de la llamada purificación, que no es otra cosa que el término eufemístico empleado para denominar a la circuncisión que se realiza en niñas prepúberes. Dicha mujer decide brindar refugio a un grupo de esas niñas que resultan ser víctimas de la cuestionable tradición, debido a que son sometidas a un rito de iniciación que a menudo suele ser fatal, y al parecer por esa razón todo el pueblo se vuelca en su contra, por lo cual el único recurso que le queda a la mujer protectora es promulgar el mooladé, o protección mágica a la que nadie se atreve a oponerse. Entonces sus problemas realmente comienzan.
Pero quisiera abrir un breve paréntesis para señalar que si bien la postura de la película en contra de la circuncisión es evidente y con ello está tratando de hallar eco en el publico en general haciendo uso para ello de una construcción bastante convencional, tanto en términos de narración como de producción, el tema que la obra aborda no puede dejar de incidir en el punto de vista o en las emociones del espectador, mostrando en su totalidad una costumbre que aún sigue vigente y que afecta a la vida de muchas niñas en pleno siglo XXI.
Desde luego Burkina Faso no es el único país donde la atroz práctica continúa (ni siquiera es una práctica exclusiva de algunas naciones de África occidental); sin embargo, un estudio realizado hace más de diez años por la Organización Mundial de la Salud descubrió que aproximadamente el 72.5% de las niñas y mujeres de aquella nación estaban circuncidadas, lo que convierte la decisión del director de filmar en aquel territorio en una completamente válida. En el filme, la mentada purificación es curiosamente llevada a cabo por un grupo de mujeres de élite al interior de la tribu, (lo que subraya de manera importante que muchas veces los defensores a ultranza de las peores tradiciones no están totalmente definidos por el género), la cual se considera como un evento intensamente traumático, a la vez que físicamente dañino para la víctima, y con frecuencia la única consecuencia posible del suceso es la muerte de quien se ve obligada a padecerla.
Ciertamente, el término purificación enuncia con toda claridad acerca de la percepción que se guarda acerca de las mujeres y la sexualidad sostenida por aquellos que son partidarios de la peculiar costumbre. En esa misma línea, otros argumentos que apoyan la violenta práctica tal como se expresa en la cinta, aluden a una larga tradición que se remonta tanto en la historia, que debe estar cercana a un instante rodeado por las tinieblas del tiempo por lo que nadie parece ser capaz de poder explicar la verdadera razón detrás de la misma y, finalmente, casi por agotamiento infieren que el motivo es que se trata de un requisito que el Islam exige a sus partidarios. Por supuesto, habrá muchos musulmanes que discreparán con este argumento, por ese motivo el director se esfuerza en exponer la compleja mezcolanza cultural de Burkina Faso. En ese sentido, podría establecerse que además de sus raíces animistas indígenas, dicha sociedad también manifiesta las huellas que quedaron de su pasado colonial francés. Así mismo un elemento fundamental de la misma, es que se trata de una población que es un crisol de muchas religiones, cuyas líneas que la conforman están muy difuminadas. A toda esta singular mezcla, habría que agregarle la influencia cada vez mayor de la tecnología moderna y no sería difícil comprender cómo es que las creencias se fueron deformado tanto, hasta transformarse en algo irreconocible justo como sucede en el juego aquel del teléfono descompuesto.
De hecho, la propia tecnología suele ser vista como la mayor amenaza de todas las existentes para la preservación de toda aquella sociedad fuertemente patriarcal, ya que la aldea actúa como una especie de sustituto microcósmico para muchas culturas alrededor de todo el mundo. Por eso observamos que la radio es muy temida en el lugar, dado que emite ideas subversivas de tierras lejanas (y algunas que no lo son tanto), lo que genera que las mujeres locales cada vez se encuentren con una mayor capacidad de articular un deseo preocupante de independencia y oposición a valores nunca antes cuestionados. Una escena que tal vez de forma inevitable recuerda a Fahrenheit 451 de Ray Bradbury aparece como respuesta a esta rebelión, aunque en un maravilloso despliegue de ironía, el hombre más popular del pueblo es el único que ha logrado intercambiar el mundo dictatorial de la tribu para transitar en los corredores del libre mercado de la Francia corporativa. Un hombre que forma parte de aquellos responsables de desafiar el Statu quo, mientras se lucha en una esquina en las sombras que parpadean con antorchas encendidas, contra la dominación de la multitud y el miedo más genuino. Sin embargo, no todos son tan fácilmente dominados por la sumisión.
A mi juicio, la película cuenta con un excelente y creíble elenco para dar vida a esta turbulenta sociedad, desde la protagonista Fatimouta Coulibaly quien interpreta a la valiente Collé Ardo pasando por Ousmane Konaté, quien actúa como el desagradable y duro hermano de su marido, Amath. Por su parte, Joseph Traoré, se presenta como Doucuré el victorioso hijo que regresa a casa, personaje que describe con pericia la típica historia exitosa de los buenos modales adquiridos en un país más civilizado, la cual parece estar cada vez más atrapada entre los valores de dos mundos muy diferentes. Y haría una mención especial, la cual le corresponde a Lala Drabo, quien, a pesar de desempeñarse en un papel secundario, consigue transmitir a la perfección la angustia causada por la pérdida provocada por el rito de la purificación.
Sin embargo, dejando de lado todos estos elementos que conforman el todo, como ya lo he mencionado el filme está construido de una manera bastante simple y convencional. En algún sentido la narrativa es despojada de complejidad debido a la fuerte postura que se mantiene en contra de la circuncisión femenina por parte de su autor, en lugar de haberse centrado en simplemente narrar la historia y permitir que los espectadores decidieran en consecuencia. En cambio, tanto los protagonistas del relato como los villanos están claramente delineados y, en cada caso congeniar o ser adversario de la causa, por lo que el espectador no realiza ningún viaje a través de la historia, ya que ha llegado a la meta anhelada desde un principio. En contraste, la forma en cómo ha sido percibida la película en las naciones donde la circuncisión femenina sigue siendo un suceso común, debe ser un asunto completamente diferente, y en consecuencia hubiese sido interesante averiguar si ha sido capaz de alterar algún punto de vista al respecto en esos lugares.
En mi caso, un espectador ajeno a dicha civilización, prestará más atención a las representaciones culturales enfocadas en la apariencia colorida del pueblo burkinés, a su naturaleza tribal, a sus sonidos y al comportamiento diferente de su gente. Por consiguiente, una obra como esta es tanto una ventana a otro mundo, como un comentario sobre la lucha contra una peligrosa costumbre. Sin embargo, este punto, es revelado por la película a toda clase de audiencia con la que se puede encontrar en el extranjero; es decir, su director no se esfuerza en hacer todo lo posible para resaltar la cultura como un espectáculo por derecho propio. Y quizás por ello no sea un tema trascendente, por lo tanto, la forma en la que esta creación fue concebida, ni tampoco lo sea el hecho de que no se trata de una incursión innovadora en cuanto a los aspectos técnicos cinematográficos se refiere.
Si bien hubiera preferido un enfoque menos parcial y, por ende más arriesgado, no puedo asegurar que llegara a la película con una visión firme sobre el tema que expone. En última instancia, tomar una postura sobre el tema es, de lo que se trata esta cinta.
Por este motivo, especialmente recomiendo el visionado de esta película, y por supuesto, por el hecho de que los espectadores foráneos como yo también tendrán la oportunidad de descubrir una de las culturas de África occidental que goza de múltiples capas en su origen, dentro de las cuales existe una pieza tan diminuta pero tan arraigada al mismo tiempo.
Aunque no me parece una obra maestra de la cinematografía, este filme es un drama muy conmovedor y muy humano que esperaría que continuara expresándose en aquellos lugares donde más se necesita escuchar el mensaje que nos expresa con tanta fuerza.
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