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The Passion of the Christ (2004)



Director: Mel Gibson

Duración: 127 minutos

País: Estados Unidos

Elenco: Jim Caviezel, Maia Morgenstern, Christo Jivkov, Francesco De Vito, Monica Bellucci, Mattia Sbragia, Toni Bertorelli, Luca Lionello, Hristo Shopov, Claudia Gerini, Fabio Sartor, Giacinto Ferro, Aleksander Mincer, Sheila Mokhtari, Lucio Allocca, entre otros.

" Un filme que representa las últimas doce horas en la vida de Jesús de Nazaret, hasta llegar al día en que ocurre su crucifixión en Jerusalén."

Engañado para caer en una evidente emboscada y arrestado en plena noche, Jesús es llevado ante un tribunal judío en donde es declarado culpable de blasfemia y conducido hacia los romanos reclamando justicia. En ese lugar, Poncio Pilato preside las demandas subsiguientes de los fariseos para que Jesús sea condenado a muerte, pero incapaz de encontrar una razón para tal sentencia, decide aplacar a la multitud golpeando al hombre arbitrariamente acusado. Sin embargo, cuando no logra calmar ni satisfacer las violentas demandas, Pilato decreta que Jesús debe ser condenado a muerte por la pena de la crucifixión.
Después de evocar todo el caos, las protestas, el alboroto, los tumultos y las discusiones que en su momento generó esta película, reconocí que este nuevo visionado iba a ser toda una experiencia y que debía acercarme a ella como un espectador promedio. Debo admitir que la abordé con la mejor actitud que pude, con una mente abierta y me instale en el mullido sillón naranja consciente de todas aquellas historias que escuché en su momento, atestadas de excesos emocionales y audiencias repletas de sujetos que rompían en llanto y un largo etcétera de excentricidades parecidas. Lamentablemente, es una obra que lo único que me genera es una enorme indiferencia, y aunque no puedo calificarla como un bodrio, es sin duda una de las películas más vulgares y mediocres que haya visto en mi vida. Para mí, la mayor parte de la responsabilidad relacionada con dicha condición debe recaer únicamente en Gibson; quien, como en muchos otros ejercicios que tanto anhelaba realizar, parece que en este caso ya había perdido su capacidad de ser crítico con su propio trabajo y, por lo tanto, solo se dedicó a deleitarse con sus propios caprichos, fantasías, arbitrariedades y demás desvaríos, independientemente de si su larga lista de antojos iban a funcionar o no.
A mi parecer, el defecto más grave del filme es su falta total de personajes. De alguna manera, todos más o menos conocemos la historia que aquí se nos cuenta, y para aquellos que forman parte del público que creen en Jesús y entienden el sacrificio que realizó, la emoción que envuelve al relato ya estaba ahí antes de que aparecieran las primeras imágenes en la pantalla. Desde luego que Gibson lo sabe y confía casi en un cien por ciento en este hecho. Sin embargo, su protagonista nunca da la impresión de ser una persona (aunque suene a blasfemia), esta muy lejos de parecer un personaje bien construido; es más, estoy seguro que mi siguiente afirmación molestaría a mucha gente, pero en esta cinta su rol no es otro más que el de ser un objeto. 
Pero veamos, en la mayor parte de los minutos con los que cuenta el metraje, Jesús permanece en silencio. En realidad, lo que produce el impacto visual, viene dado por el sangriento maquillaje que se ha empleado en cada cruenta escena. Los gritos desgarradores, los sollozos y demás hierbas provienen de las personas que se va topando por su largo y dramático recorrido con la cruz a cuestas. En ese punto se hace uso de los flashbacks que son breves y no logran transmitir cabalmente un entendimiento de quién era Jesús, cuán lleno de amor estaba o qué había venido a hacer a este mundo. No, el único enfoque que existe está dirigido hacia la sangre, lo cual siempre será respetable (aunque no comparta dicho interés), incluso en todos aquellos espectadores que se acercan al cine solo para observar violencia explicita en todas sus variantes. No obstante, insisto en el tema de los personajes, ya que al final son la pieza fundamental de toda narración, y no hay excusa para que esta cinta no se haya preocupado en lo absoluto por desarrollar ese elemento tan importante. Es decir, cuando se está frente a una película biográfica de cualquier personaje celebre de la historia, esperaría inclusive en esos casos que se profundice en la persona, que se exponga el carácter del sujeto en cuestión en lugar de suponer simplemente que todo el que detrás de la pantalla sabe de quien se trata. En el caso de la creación de Gibson, el asunto se pone peor, dado que resulta tan perjudicial para la historia, a la vez que descuidado y casi negligente, solamente comenzar a golpear a este sujeto con poco o nada de fondo, con casi nada de fundamento que lo justifique.
Y es precisamente todo ese tema de los personajes el que suscitó también o sirvió como motivo para todos los clamores de que es una obra que refleja la naturaleza antisemita del director.
¿Gibson se propuso atacar a los judíos en esta película? Lo dudo. Sin embargo, lo que hizo fue repetir los mismos fallos en los que cayó en la mayoría de sus proyectos: crear chicos malos que casi rayan en la parodia. Dicho de otra manera, no puede crear villanos. Justo como sucedía en Braveheart, el héroe es una persona moralmente intachable que es presentada con fascinación y como un prodigio humano, mientras que los malos (ya sean los ingleses o los judíos) son villanos de caricatura terriblemente simplificados. Por lo cual, me resultó difícil no soltar alguna fugaz risa durante el juicio ante el consejo judío por lo ridícula y exagerada que me parece dicha secuencia. Ahora bien, siendo un poco más flexible con toda esta cuestión, el único personaje con el que pude conectar es con María y por ello la única vez que sentí que funcionaba el recurso utilizado de los flashbacks, es justo aquel en el que vemos a Jesús caer como un niño y como un adulto de modo intercalado, ambos con María corriendo hacia él. Esta simplemente me parece una escena que destaca entre tanto despropósito, puesto que independiente de quien era ese hombre, seguía siendo su hijo y esa madre solo comprendía que estaba viendo morir a su hijo, no a un dios. Más allá de esto, como ya lo he mencionado, me quedé frío, incapaz de reconocer a la gente, de conectar con ella, solo veía pasar imágenes una tras otra.
Lo que más sorprende es la violencia que se usa en el filme durante una hora o un poco más. Es excesiva y resulta difícil creer que alguien pueda acercarse a ella sin inmutarse. Obviamente existen películas más agresivas en ese sentido, pero creo que la mezcla de esa cámara que lo observa todo con una mirada inquebrantable, la crueldad utilizada y el conocimiento del público sobre el significado de la violencia provocan que sea más difícil apreciarla. Sin embargo, la falta de profundidad en la personalidad del protagonista, lo convirtió en una efecto especial andante, no en un personaje real. En su momento he leído algunos detalles medios acerca de la crucifixión que aquí son pasados por alto, pero esto es debido a que sabía mentalmente de que iba todo el asunto y pude olvidarme de ello y permitir que la convención funcionara; en esta cinta todo esto se silencia y sin venir preparado el espectador se incorporara para el hecho de que el director espera que vaya ignorando cada detalle, mientras el únicamente proporciona la sangre. Es por ello que sorprende, dada la comprensión de Gibson sobre el significado de la propia historia, que no confiara en que impactaría lo suficiente por sí misma. Así que, dejando de lado la sangre, tenemos a Satanás corriendo en cada escena, cargando entre sus brazos a niños diabólicos y deformes que actúan como una especie de arpías y otras adiciones sangrientas diseñadas para darle a la película el tono más oscuro posible.
Además, el guión no solo fracasa en su misión de construir personajes, también lo hace en causar alguna clase de impacto emocional. En las escenas sangrientas hay poco diálogo, pero en las escenas en las que se regresa al pasado de igual manera es recortado para que terminen siendo prácticamente dos frases resumidas de los momentos más importantes de su vida (un sermón que ocurre en un monte ocurre en treinta segundos). De tal manera que esas escenas de flashbacks deben estar por todas partes en el guión, algunas de ellas funcionan; no obstante para todas aquellas que forman parte de ese selecto grupo hay una que es tan breve que uno se pregunta cual era el propósito de mostrarla. Si es que alguien me puede explicar por qué una de esas secuencias que involucra a Jesús mostrándole a María como acaba de inventar una nueva clase de mesas y sillas (no es broma), entonces se ganará un poco de efectivo, ya que para mí fue un intento realmente genuino pero involuntario de comedia.
Por supuesto, sin personajes ni diálogos que pronunciar, Gibson recurre a ese viejo pero confiable recurso que conmueve a todos los corazones: la música. Las melodías y las armonías suben y bajan de manera majestuosa y se vuelve más impactante que cualquier otro elemento de la cinta, aunque de una manera bastante gratuita y manipuladora. Además, la violencia es tan realista y, si alguien se puede olvidar de todos los defectos antes citados, es muy probable que le conmueva la naturaleza visceral de toda la representación. En mi caso, no pude superar la mediocridad de todo el filme y, por lo tanto me mantuve distante, lo cual es raro para una película de terror. Pero, la violencia injustificada, mostrada solo por el gusto de hacerlo o por la escasez de recursos a la hora de desplegar una historia no suele motivar nada en mi.
Y en algún sentido los actores fueron perjudicados por todas las decisiones erróneas del director. Como aquella de filmar en arameo, la cual parece acarrear que el elenco estuviera más preocupado por pronunciar las palabras adecuadas en el aspecto fonético, en lugar de actuar. De igual manera originó que muchos de ellos compensaran en exceso su incapacidad para colocar realmente la emoción en sus líneas al exagerar sus expresiones faciales. Esto resulta más que evidente en Caviezel, quien se pierde detrás de varias cuestiones. Por ejemplo, está perdido detrás de la temerosa admiración que siente Gibson por el personaje. Así mismo, se pierde detrás del hecho de tener que recitar un diálogo sin hacer recibido un personaje y se pierde detrás de todo ese maquillaje. 
Al igual que en otras obras que tratan sobre la vida de Cristo, se dedica a regalar una mirada que te absuelve, repleta de amor, y camina como lo hemos visto hacer en muchas otras películas. El resto del elenco nos obsequia el tipo de interpretación, según al grupo al que pertenecen: por ejemplo todos los discípulos se muestran desconsolados y llenos de tristeza, los soldados romanos son todos crueles y muy machos, mientras que todos los fariseos están locos y colmados de rabia. De todos ellos, el único que salvaría por ser aquel que realmente entrega una actuación fue Hristo Shopov quien da vida a Pilato; seguramente porque el director no se inmiscuyó en su labor y le permitió interpretar a una persona. Shopov usa esa libertad para pintar a un hombre realista, atrapado en una mala decisión: la única nota adversa es que su personaje se maneja para echar toda la culpa al consejo judío.
En general, sorprende el pobre contenido de este filme. Pero, si ya estás profundamente conmovido por el sacrificio de Jesús, esta obra te impactará en un nivel de apreciación más profundo de ese hecho. Sin embargo, impactante no es lo mismo que emocionalmente impactante y si se confía en Gibson para que te involucre en ese sentido en la historia, entonces te sentirás realmente decepcionado; lo que el director espera realmente es que el espectador lo lleve consigo cuando se acerque a su cinta. Por esa razón, a mi juicio, se trata de un filme mediano. No obstante, incluso si solo me centrara en el como un relato acerca de un momento histórico, la versión del director es demasiado dependiente de la violencia sobre el protagonista del mismo y la consecuencia de esto es que nunca fui golpeado por ese ensañamiento, por esa intensidad en los atropellos que padece; porque no advertí a ningún personaje bien desarrollado al que le estuviera sucediendo, gracias a que prácticamente el realizador le convirtió en un objeto, no en un medio sino en un fin en el cual descargar toda la crueldad gratuita de la que goza el filme. 
Por supuesto, esto no quiere decir que algunas escenas no fuesen espinosas o difíciles de apreciar, porque si lo fueron; pero muchas de ellas carecen de aportaciones emocionales o casi espirituales de Gibson, como lo señalé, la cinta espera que todo provenga de la audiencia. 
Por ese motivo, esto en su generalidad me dejó indiferente ante el espectáculo de lo grotesco en lo que se transforma este filme en la mayoría de sus minutos, y solo puedo asumir que aquellos que aman y veneran esta película, sencillamente confunden su amor y admiración por el propio Jesús con sus sensaciones y percepciones hacia esta creación cinematográfica. 
En resumen, como película se mantiene en la media, en el mejor de los casos. Como historia religiosa, es tan espiritual y emocionalmente satisfactoria como lo suele ser la pornografía.

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