Director: Chantal Akerman
Duración: 118 minutos
País: Francia / Bélgica
Elenco: Stanislas Merhar, Sylvie Testud, Olivia Bonamy, Liliane Rovère, Françoise Bertin, Aurore Clément, Vanessa Larré, Samuel Tasinaje, Jean Borodine, Anna Mouglalis, Bérénice Bejo, Adeline Chaudron, Sophie Assante, Christopher Gendreau, Sébastien Haddouk, entre otros.
" Una adaptación de 'La Prisionera' de Proust (quinto libro de "En busca del tiempo perdido"). Ambientada en París, Francia, es una historia reflexiva acerca de un amor trágico y disfuncional."
Debido a su naturaleza compleja e introspectiva, las obras del gran novelista francés Marcel Proust han sido difíciles de trasladar a la pantalla, a pesar de algunos intentos muy buenos como lo realizado por el chileno Raúl Ruiz y algunos otros. Esta obra dirigida por la directora belga ya fallecida Chantal Akerman, no es la excepción.
A mi parecer, esta obra se queda alojada en la memoria. Creo que esto se debe a su fuerza para incitar a la reflexión y su manera tan concreta de expresar algunas verdades sobre hombres y mujeres.
Inspirada en el quinto de los siete volúmenes de la épica novela de Proust En busca del tiempo perdido, la película captura la obsesiva naturaleza de la relación entre Simon y Ariane, pero no puede conseguir esbozar en la pantalla la prosa exquisita, la sutileza psicológica o la profundidad de los sentimientos de la novela. Si bien a Simon se le brinda un tratamiento concienzudo, se le percibe como un tipo más excéntrico y desagradable que el joven profundamente sensible y poético del libro.
El filme comienza en una enorme vivienda, en donde conocemos a Simon que se halla observando algunas películas caseras en donde aparece Ariane y algunos amigos durante su último verano juntos en Normandía. Al ver de forma repetida las imágenes, el joven pronuncia cuidadosamente las palabras Realmente me gustas, pero sin que queda claro si el sentimiento al que alude con lo que expresa es suyo o si está vocalizando lo que imagina podrían ser los pensamientos de su amada.
Ambientada en Paris, Akerman actualiza la historia y el entorno para insertarlos en un cambio de siglo y la transporta a una era moderna en donde existen los automóviles y los bulevares bien iluminados repletos de tráfico que reemplazan al caballo y al carruaje.
Simon es un joven sombrío y acaudalado que vive en un lujoso departamento en París con su abuela, la ama de llaves y su novia Ariane.
Aunque afirman que se aman, cada uno mantiene su distancia. Por un lado Ariane reside en una habitación contigua a la de su novio y solo acude a hacerle compañía a Simon cuando el le pide que lo haga en una especie de ritual que sucede de forma ininterrumpida cada día.
En lo que respecta al diálogo es escaso y consiste principalmente en que Simon le realice toda clase de preguntas a Ariane que suelen provocar respuestas no comprometidas de su parte del estilo de si tú quieres, no puedo decírtelo, o ¿eso crees?
Imitando o empleando modelos que Bresson utilizaba en sus creaciones, las expresiones faciales del actor protagonista varían de enigmáticas a quedarse completamente sin un gesto o alguna mueca o alguna exteriorización de su semblante, y, aparte de algunos besos que dan la terrible impresión de estar vacíos de alguna emoción, el único momento en que aparece la pasión es cuando ese escrupuloso joven se frota contra el cuerpo de la indulgente Ariane mientras ella está dormida (o finge estarlo).
Cuando el tipo en esa actitud controladora que le caracteriza, le exige a Ariane que le diga en ese momento porque requiere saber qué está pensando ella responde con frialdad: Si tuviera alguna idea, te la diría, pero no tengo ninguna.
Incluso, podría afirmar que algunas situaciones serían realmente cómicas si no estuvieran envueltas en ese halo de tristeza e incomprensión.
En ese sentido el título y a lo que alude con su significado, se despliega con toda seguridad en cada escena, en cada palabra, en cada imagen. Ariane es acechada, deseada, capturada. Simon, como ya lo citaba la posee primero como una imagen en un vídeo privado donde se muestra a un grupo de mujeres divirtiéndose en la playa. Luego, procediendo en tareas como un detective o espía, pone su objeto de amor bajo vigilancia directa, y la transporta a su lujoso departamento estableciéndola en su cómoda bañera o en su cama, para satisfacer únicamente sus deseos.
Mientras el muchacho observa a su adorada novia a través de un cristal desde un baño colindante a la regadera mientras está sentado en su bañera, él le dice cuánto admira los olores que hay entre sus piernas y le asegura que si no fuera por las alteraciones que eso podría causar, preferiría que ella jamás se lavara aquella bendita parte de su anatomía. En otra ocasión, trata de averiguar de manera insistente la cantidad de mentiras que ella le ha dicho, insistiendo en que dos mentiras no son suficientes, quiere al menos cuatro. En pocas palabras, el celoso e inseguro Simon ha acumulado evidencia en su propia mente de que Ariane se siente físicamente atraída por las mujeres, pero no se aclara (ni en la novela ni en la película) si sus sospechas son reales o imaginarias. Sin embargo, así como el jovenzuelo trata de entender lo que está diciendo en aquel vídeo que acontece en la playa, toda la historia es acerca de su intento por leer e interpretar a esta mujer, esta fémina que en apariencia es la cautiva.
Tal vez sea probable que el título aluda a una mujer cautiva, pero el verdadero prisionero en este relato es Simon, vagando en un laberinto de celos, sospechas, medias pistas y mentiras.
Comentarios