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Nueve reinas (2000)



Director: Fabián Bielinsky

Duración: 114 minutos

País: Argentina

Elenco: Ricardo Darín, Gastón Pauls, Leticia Brédice, María Mercedes Villagra, Gabo Correa, Pochi Ducasse, Luis Armesto, Ernesto Arias, Amancay Espíndola, Isaac Fajm, Jorge Noya, Graciala Tenenbaum, Oscar Nuñez, Ignasi Abadal, Carlos Lanari, entre otros.

" Dos estafadores intentan engañar a un coleccionista de sellos vendiéndole una hoja de estampillas falsificadas conocidas como las Nueve Reinas."

Algunos géneros tanto de la literatura como del propio séptimo arte son extremadamente rígidos, su razón de ser es precisamente esa rigidez que los caracteriza. El argumento principal que nos concierne en este caso es el misterio. Justo en ese punto es donde el espectador o en su defecto el lector y el narrador o escritor se vuelven iguales, se hallan en el mismo nivel y se enfrentan entre sí. Dicho de otra forma, el asunto se transforma en una disputa mental para ver quién de los dos aclara primero la historia, y es una competición que posee unas reglas muy especificas. 
En lo que respecta al terreno del cine, suele ser un campo mucho más visceral que la palabra escrita, pero menos atractiva en términos de imaginación, y a muchos espectadores no les agrada esforzarse en generar nuevos mundos narrativos dentro de su cabeza. No obstante, una rama de ese llamado género del misterio es aquella que está relacionada con las películas que tratan sobre estafas o robos. En este caso, desde luego esperamos como espectadores que la historia nos tome por sorpresa. Y por ello las reglas suelen ser menos rígidas: es decir, al final tiene que existir algún sentido en todo el relato que suele rayar con lo inverosímil, pero tampoco necesitamos demasiadas pistas de naturaleza explicita para conseguir que creamos que las cosas ocurrieron de cierto modo. Lo único que se desea o que se suele esperar con ansía es que haya una sorpresa narrativa al final. En la mayoría de experiencias con filmes de esta clase, nos vemos inmersos en una historia en la que generalmente invertimos bastante de todos los recursos con los que podamos contar como observadores. Por lo tanto, cuanto más sentido tiene lo que se nos cuenta, al momento del cierre es probable que la molestia sea mayor.
Esta clase de engaños a los que nos vemos expuestos con este tipo de obras requiere de un giro más grande de lo usual, aunque más adelante se corra el riesgo de ser realmente sencillo de anticipar debido a cómo se desarrolla la historia. Generalmente la composición del relato suele ser muy elaborada, y los personajes en muchos casos son representados de maneras tan caricaturescas que desde la primera escena se sabe quién es el verdadero artista. De lo contrario, no habría una película.
Parte fundamental en la configuración de la estafa que da origen a todo el conflicto, es el lenguaje que se usa a lo largo del relato. Es un truco de Shakespeare que otros que son considerados como creadores indispensables dentro del género como David Mamet han hecho suyos a cabalidad. Por ello, cuanto más atractivo sea el lenguaje y las metáforas empleadas en la estructura, más nos veremos sumergidos en lo que se nos va mostrando en pantalla.
De tal manera que esta obra solo podría ser calificada de mi parte, como una pequeña película embaucadora. Se trata de una cinta tan enamorada con la idea de lo que envuelve el uso de trucos, timos, engaños y atracos que decide utilizar la mayor parte de su primera hora más o menos siguiendo con tomas extendidas de los dos protagonistas mientras caminan, hablan y participan gustosos en los citados atracos y engaños. Por ello, antes de que cualquiera pudiera darse cuenta, aparece la noción de que se te está preparando para un evento mucho más grande, que no es otra cosa que un robo masivo de algunos sellos que al final se convertirá en una estafa. Si, suena un poco enredado el asunto, pero así es la naturaleza del juego y de la vida en la que habitan los sujetos dentro de la historia. En cierta forma, el filme te atrapa, como lo haría un estafador. Te atrae y te reta a tratar de mantenerte atento a todas esas pistas bastante confusas, pero ciertamente bien construidas y que resultan atractivas mientras la verborrea los domina y discuten sobre el estilo de vida que han elegido. Obviamente, ante ello nadie desea quedarse atrás, ni tampoco sentirse como si se estuviera siendo estafado en el embrollado proceso. Y esa es simplemente la esencia de esta obra del fallecido director argentino Fabián Bielinsky, que he vuelto a contemplar por segunda ocasión y que por obvias razones no me pareció tan sorprendente como aquel primer encuentro que tuve con ella.
Pero veamos, Nueve Reinas goza de un estilo distinto, y su narrativa ensortijada e intrigante determina en cada secuencia seguir girando y retorciendo lo presentado unos minutos antes, mientras proporciona la sustancia necesaria para mantener el interés en continuar observando. En ese sentido, la cuestión va más sobre presentar a los personajes como ladrones que caerían en un arquetipo de esa clase de maleantes, en el grado que el escritor/ director considera apropiado, para luego permitir que en la trama de la cinta sucedan toda clase de vueltas de tuerca, giros y más giros, después todo tome un rumbo y obligue a que se desarrollen los terribles imprevistos cuando sea necesario.
El concepto que se requiere para desplegar el argumento de la película, se revela en la escena de apertura. En ella Juan, un estafador joven y en pleno ascenso, intenta robar casi de forma encubierta una tienda de esas que permanecen abiertas durante toda la noche, de la misma manera descarada que lo ha hecho en el pasado. Sin embargo, el personal se da cuenta de sus intenciones y el tipo se encuentra en problemas, hasta que se manifiesta el personaje interpretado por el espléndido Ricardo Darín, de nombre Marcos, quien se hace pasar un policía y acompaña al pobre Juan a un lugar seguro. Una vez fuera el novato se percata de que Marcos no es un policía, así que mientras huyen del lugar intercambian algunas palabras. Resulta que Marcos también es un estafador y bromean un poco con ello.
A partir de ahí surgen algunas dudas: ¿Juan fue atrapado a propósito o es solo un chico sin experiencia? ¿Marcos intervino porque necesita un chico en problemas o porque se compadeció del hombre? ¿Quién está actuando? ¿Quien no? ¿Quien interpreta cierto papel y quien es el que sabe más que el otro? Los juegos mentales en esta aparente relación de reciprocidad acaban de comenzar.
En un comienzo, me parece que la cinta es demasiado audaz al desarrollarse prácticamente en tiempo real. Aquellas escenas de Juan y Marcos recorriendo las calles en busca de posibles víctimas, mientras Marcos adopta el papel de maestro para enseñarle al alumno Juan los trucos del oficio son fascinantes. Del mismo modo, el simbolismo de ese respectivo rol de cada uno reside en su vestimenta. El papel casual, de juventud y, por lo tanto, inexperto de Juan se sugiere a través de su chamarra y jeans, pero ¿acaso se trata de una mera distracción? Por otro lado, el traje que porta Marcos y su vestimenta tan formal sugieren el término delincuencia organizada, es decir se trata de alguien que se enorgullece y lo demuestra con la forma en que se viste y del trabajo que desempeña (aunque sea ilegal). A causa de ello, alguien rico en experiencia y con cierta astucia, podría sugerir que Marcos es quizás un tipo más inteligente.
Pero, ¿no será que en realidad Bielinsky nos está guiando por un camino con esta representación y una estructura bastante elemental de alumno y maestro?
Como sea, la cinta es más que algunas escenas algares de ingeniosos trucos y estafas. Conviene subrayar que la obra realiza una pausa para que sus personajes se cuestionen, lo que plantea ciertos problemas de identidad dentro de este circuito criminal. Si bien no dota de glamour el robo o la actividad criminal, Marcos le expone a Juan la idea errónea que suele haber detrás de lo que hacen. De ahí que hay una referencia constante a cómo esta clase de timadores son diferentes a los ladrones, algo que deambula por la delgada línea del robo y transforma a la estafa como una forma de arte en la que se necesita una cierta porción de habilidades y capacidad de actuar para llevar a cabo este topo de atraco. 
A medida que la narración llegaba a su fin y se producen ciertas revelaciones, puede darse la posibilidad de quedar sorprendido por la forma en que las propias emociones habían sido retorcidas y manipuladas. Lo que al principio parecen extrañas coincidencias o actos de estupidez básica tal vez motivados por un mal guión, son de hecho acciones planeadas y diseñadas para adormecernos a nosotros los espectadores y a ciertos personajes.
Finalmente es una obra que produce cierta conmoción, que posee un realismo crudo y polvoriento, acompañado de una estética bien definida que es entregada por medio de una pequeña narrativa muy bien ordenada que a mi juicio funciona muy bien, más allá de lo embustera que puede llegar a ser. Por esta razón, es indispensable entrar en la convención para disfrutarla completamente, más allá de que después de su primer visionado la indudable sorpresa inicial se vaya diluyendo en posteriores acercamientos. 

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