Mi mañana del primer día de clases inicio muy temprano alrededor de las 8 de la mañana con un minuto y con un intento de sacudida de mi cabeza, por parte de mi madre, al mismo tiempo que me decía que ya era hora de despertarme y que ahí encima estaba el dinero que mi padre me había dejado. La primera duda que tuve en el día fue elegir que me iba a poner, que aunque no parezca es un gran problema ya que en lo que te pones a decidir, el tiempo sigue transcurriendo.
Decidí irme caminando dado que la escuela está a un poco menos de media hora de mi casa, no obstante el camino es muy tedioso y complicado debido a que tienes que cruzar calles, subir y bajar escaleras… en fin, todo un suplicio. Pero yo opté por tomar el camino corto que es un poco más arriesgado, sin embargo vale la pena.
Al llegar a la institución educativa me percaté de que el movimiento era poco, yo esperaba más personas, más desorden, no sé… quizá lo pensé porque había alumnos de nuevo ingreso; para mi sorpresa no fue así y me dediqué a buscar mi salón. Primero, me quedé de pie enfrente de los salones respectivos a mi semestre mientras caras muy familiares pasaban a mi lado. Luego le pregunté a un compañero en donde se encontraba el aula que yo buscaba desesperadamente, me dijo que estaba en el edificio de Trabajo Social; me dirigí hacia allá suponiendo que encontraría más escalones que subir, puesto que ese edificio consta de 3 pisos, pero no… afortunadamente se hallaba en el primero de ellos. Ya habiendo ubicado el aula me quedé afuera esperando que mi mejor amiga en la escuela hiciera acto de aparición, no me sentía mal por estar solo porque encontré a un compañero con el que por lo menos logro cruzar palabra y eso ya es todo un logro. Se fueron apareciendo personas que jamás imaginé que estuvieran en ese grupo conmigo; personas que conozco bien y a muchas de ellas les considero buenos compañeros, no amigos sino compañeros…hasta ahí todo esta bien, la pregunta era ¿y mi amiga? ¿Dónde está mi amiga Alejandra?.
En el momento en que yo me repetía esa cuestión insight, la miré subiendo las mismas hermosas escaleras de las que hablé, sólo que no venía sola, venía acompañada de un tipo que nada más no rebuzna porque no se sabe la tonada, aunque esa es otra historia, mi amiga ya estaba ahí y no me importaba nada más. Saludó a todos(incluido yo) menos al individuo apodado ‘el Peluquitas’ al que antes yo le había preguntado donde estaba el salón, ese mismo, había sido parte de nuestros “amigos” cuando ingresamos en esa hermosa facultad. Ahora ya no se dirigen la palabra, por diversas situaciones que no vale la pena mencionar.
Me preguntó en dónde estaba mi lugar, le contesté que no tenía y entramos juntos para buscarlo; nos quedamos enfrente del escritorio como unos verdaderos ‘nerds’. La maestra arribó media hora después de lo acordado, y creo que mejor no hubiera llegado ya que nos enseñó el programa, parece ser que vamos a trabajar mucho aunque ese no es el problema sino lo exigente que es en todo. Se le ocurrió dejarnos tarea en la primera clase, ¡qué poca madre! Sobre su personalidad la percibí un tanto extraña, tal vez su forma de vestirse o su forma de pararse frente al grupo, no sé, todas cosas que observa un psicólogo cuando tiene a alguien enfrente; también hay que añadir el hecho de que lo Organizacional no es de mi total agrado. Me hizo reír y yo la hice reír: quedamos tablas, maestra Lucila.
Salimos de la clase y tomando yogurt los dos, nos dirigimos con nuestro tutor (que por cierto es otro completo idiota) para recibir información sobre un horario en particular que me tenía lleno de dudas. La obtuve y nos quedamos afuera platicando largo rato, hasta que hace poco regrese a mi dulce hogar. Hace rato le hablé a la mujer de cristal y quedamos de vernos después de la escuela.
Decidí irme caminando dado que la escuela está a un poco menos de media hora de mi casa, no obstante el camino es muy tedioso y complicado debido a que tienes que cruzar calles, subir y bajar escaleras… en fin, todo un suplicio. Pero yo opté por tomar el camino corto que es un poco más arriesgado, sin embargo vale la pena.
Al llegar a la institución educativa me percaté de que el movimiento era poco, yo esperaba más personas, más desorden, no sé… quizá lo pensé porque había alumnos de nuevo ingreso; para mi sorpresa no fue así y me dediqué a buscar mi salón. Primero, me quedé de pie enfrente de los salones respectivos a mi semestre mientras caras muy familiares pasaban a mi lado. Luego le pregunté a un compañero en donde se encontraba el aula que yo buscaba desesperadamente, me dijo que estaba en el edificio de Trabajo Social; me dirigí hacia allá suponiendo que encontraría más escalones que subir, puesto que ese edificio consta de 3 pisos, pero no… afortunadamente se hallaba en el primero de ellos. Ya habiendo ubicado el aula me quedé afuera esperando que mi mejor amiga en la escuela hiciera acto de aparición, no me sentía mal por estar solo porque encontré a un compañero con el que por lo menos logro cruzar palabra y eso ya es todo un logro. Se fueron apareciendo personas que jamás imaginé que estuvieran en ese grupo conmigo; personas que conozco bien y a muchas de ellas les considero buenos compañeros, no amigos sino compañeros…hasta ahí todo esta bien, la pregunta era ¿y mi amiga? ¿Dónde está mi amiga Alejandra?.
En el momento en que yo me repetía esa cuestión insight, la miré subiendo las mismas hermosas escaleras de las que hablé, sólo que no venía sola, venía acompañada de un tipo que nada más no rebuzna porque no se sabe la tonada, aunque esa es otra historia, mi amiga ya estaba ahí y no me importaba nada más. Saludó a todos(incluido yo) menos al individuo apodado ‘el Peluquitas’ al que antes yo le había preguntado donde estaba el salón, ese mismo, había sido parte de nuestros “amigos” cuando ingresamos en esa hermosa facultad. Ahora ya no se dirigen la palabra, por diversas situaciones que no vale la pena mencionar.
Me preguntó en dónde estaba mi lugar, le contesté que no tenía y entramos juntos para buscarlo; nos quedamos enfrente del escritorio como unos verdaderos ‘nerds’. La maestra arribó media hora después de lo acordado, y creo que mejor no hubiera llegado ya que nos enseñó el programa, parece ser que vamos a trabajar mucho aunque ese no es el problema sino lo exigente que es en todo. Se le ocurrió dejarnos tarea en la primera clase, ¡qué poca madre! Sobre su personalidad la percibí un tanto extraña, tal vez su forma de vestirse o su forma de pararse frente al grupo, no sé, todas cosas que observa un psicólogo cuando tiene a alguien enfrente; también hay que añadir el hecho de que lo Organizacional no es de mi total agrado. Me hizo reír y yo la hice reír: quedamos tablas, maestra Lucila.
Salimos de la clase y tomando yogurt los dos, nos dirigimos con nuestro tutor (que por cierto es otro completo idiota) para recibir información sobre un horario en particular que me tenía lleno de dudas. La obtuve y nos quedamos afuera platicando largo rato, hasta que hace poco regrese a mi dulce hogar. Hace rato le hablé a la mujer de cristal y quedamos de vernos después de la escuela.
Antes de volver a ese lugar me puse a platicar un poco con mi hermano que acababa de llegar y el cansancio parecía vencerme, pero tenía que volver a mis obligaciones, me fui sin comer aunque probé algunas frutas.
Cuando llegué a esa construcción llamada Facultad, me sentía muerto de cansancio y esperaba que mi amiga se apareciera de nuevo, muy tontamente yo no me había querido dar cuenta que se hallaba en el aula. Mientras esperaba verla, el maestro se daba algunas vueltas por el patio junto con algunos de sus colegas y yo me cuestionaba en que momento se dignaría a impartirnos la clase. Me moví de mi sitio, lo que dio lugar a que mi compañera me viera; subí y le informe lo que realizaba el catedrático. Acto seguido, el profesor se apareció y disfrutamos de algunos minutos de su breve clase.
Regresé caminando otra vez, sólo que ahora con menos energías... con hambre, con sueño y con ganas de verla. Cuando nos encontramos en el parque le conté todo esto que he escrito, no quiero decir que lo arruiné pero quizá si , por la sensibilidad a flor de piel que sentía y cualquier comentario me hubiera lastimado, así fue.
Peleamos como lo hemos estado haciendo últimamente para terminar en el cine, para ver LA CAÍDA, una buena película, desafortunadamente muy lenta, muy larga, motivo por el cual me sentía harto de todo. No sé ni que decir, fue un día agotador gracias a que vengo de unas vacaciones donde logicamente hubo mucho descanso. El desgaste de hoy fue increible.
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