Hoy es la segunda ocasión que me presento en mi estancia. Esta vez está siendo un poco diferente a la anterior. Por una parte, antes de venirme sonó el teléfono, era ella. Me dió muchísimo gusto escucharla aunque el motivo principal de su llamada no fui yo; después de explicarle a mi madre sus razones, pude conversar un poco y me deseo mucha suerte para este día que como ya lo había dicho, no ha sido nada sencillo. Estoy en el hospital, la niña de las 8 no fue tan encantadora como hace 15 días, se portó muy distante emocionalmente, a todo decía que no y tampoco quería hacer nada. Además de que el sujeto con el que comparto mi labor, no me ayuda en mucho, sólo se limita a quedarse mirando, escuchando y haciendo como que escribe.
En fin, espero que las cosas se conviertan en algo más placentero porque apenas son las 9 de la mañana, quedan muchos pacientes que tratar. No tienen idea de lo complicado que es trabajar con niños; muchas veces durante esta práctica he tenido ganas de hacerles muchas cosas (no precisamente acariciarlos).
No obstante, en este lugar, parece haber compañeros que están encantados con la edad de los pacientes. Hay gente que se compromete, hecho que me llena de alegría dado que estos "pequeñines" necesitan mucha ayuda, pero sobretodo necesitan trabajar a marchas forzadas en sus deficiencias que por supuesto no son culpa suya.
Hablo bien de los compañeros con excepción de dos, dos señoritas que me parece que no tienen la capacidad para estar aquí, según mi punto de vista. Tuve un pequeño incidente con las antes mencionadas que me disgustó.
A veces tienes que soportar gente nefasta y muy estúpida.
Sin embargo, me siento bien, lo único que quisiera y deseo con toda mi alma es estar fuera de aquí, estar con ella porque no saben cuanto disfruto cada segundo que me brinda.
Ayer cuando llegué en la noche, mi mamá me preguntó si estaba enamorado, a lo cual yo respondí que si y me felicitó.
Encontrar el amor es motivo de felicidad, no sólo la mía.
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