
Director: Richard Donner
Duración: 110 minutos
País: Estados Unidos
Reparto: Mel Gibson, Danny Glover, Gary Busey, Mitch Ryan, Tom Atkins, Darlene Love, Traci Wolfe, Jackie Swanson, Damon Hines, Ebonie Smith, Bill Kalmenson, Lycia Naff, Patrick Cameron, Don Gordon, Jimmie F. Skaggs. entre otros.
" Martin Riggs es un policía de Los Angeles con tendencias suicidas. Roger Murtaugh es un maduro y responsable policía, padre de familia, que trabaja con Riggs. Juntos intentarán desmantelar una operación de contrabando de droga y al mismo tiempo, a pesar de sus diferentes caracteres, se harán buenos amigos."
Esta es una de esas películas con las que uno se identifica, a las que les tiene un afecto especial. Es la película que todos vimos, que inventó un género, que lanzó al estrellato al actor Mel Gibson (antes de que perdiera la cabeza).
Una película que vi mientras crecía, mientras entendía lentamente lo que es el cine y, sobre todo en este caso el entretenimiento enorme que puede ser.
No olvidar que esta cinta inventó un género en sí, conjugando con ejemplar maestría el humor y la acción, que repetidas hasta el cansancio siguen dando de que hablar actualmente. En los años 8o sobraban los proyectos violentos y de acción, pero este producto de Donner fue un soplo de aire fresco para la taquilla, la gracia estaba en las secuencias de acción.
Con Lethal Weapon, Donner ingresó en ese reducido grupo de cineastas que cuentan en sus filmografías con la dirección de una saga completa; se hizo cargo de las cuatro partes nada más y nada menos. En esta primera entrega nos encontramos con el producto antes de ser manoseado, tanto que casi pierde su propia esencia.
En realidad vista hoy, pierde un poco, porque es una cinta que hace gala de ese lejano 1987. Un año perteneciente a una década en donde funcionaban de maravilla en pantalla las parejas de policías resolviendo casos, los cuales siempre estaban vinculados con traficantes de drogas. Por eso, toda película de acción ochentera debía de contar con la típica escena del agente metiendo el dedo en un paquete de cocaína, para luego llevárselo a la boca.
Es un filme divertido, no el más divertido que haya visto, ni es divertido porque es absurdo y hay que comprender esa diferencia porque es fundamental: el humor está al servicio de la acción. Sin embargo, este humor es central, refuerza a la trama, le da cuerpo.
Tiene personajes muy bien definidos. Estereotipados, sí, pero muy bien dibujados y magistralmente presentados. Mención especial para Gibson que despliega un personaje nervioso y lo realiza en plenitud de facultades, aunque en algunas escenas si llega a caer en la sobreactuación.
En general la cinta es como una montaña rusa, puro dinamismo narrativo. No hay tiempos muertos, ni escenas para levantarse a cada rato e ir por algo de comer o de beber. Todas las escenas dicen algo sobre la historia o los personajes. Tiene exactamente la trama que debe tener. No se enreda con subtramas ni intenta lo poético. Su perfección reside en su ligereza.
Además de una película muy entretenida, familiar, es también, una cinta de las que ya no se hacen.
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