
Director: Federico Fellini
Duración: 108 minutos
País: Italia
Reparto: Anthony Quinn, Giulietta Masina, Richard Basehart, Aldo Silvani, Marcella Rovere, Livia Venturini, Gustavo Giorgi, Yami Kamadeva, Mario Passante, Anna Primula, entre otros.
" Cuando muere el padre de Gelsomina, su propia madre la vende a un artista ambulante, Zampanò. Pese al carácter violento y agresivo de éste, la muchacha se siente atraída por ese estilo de vida en la calle, sobre todo cuando su dueño la incluye como parte de su espectáculo. Pese a que varios de los pintorescos personajes que se encuentra por el camino le ofrecen que se una a ellos, Gelsomina demostrará su fidelidad a Zampanò hasta los límites de su voluntad."
Prototipo del cine neorralista de Fellini, refleja pues el desolador y esperanzador al mismo tiempo período de posguerra italiano, donde la cámara del cineasta se adentra en las miserias de una sociedad debilitada, resignada, miserable y desposeída siquiera de un mínimo de dignidad humana que les sirviera de aliento en el transcurso vital de una nación golpeada por el infortunio y el desengaño.
Aquí es donde precisamente aquella miseria generalizada servía de nexo para las conciencias colectivas suficiente para para impulsar nuevos bríos en la tradicionalmente alegre península mediterránea.
Hay un aspecto de Fellini que siempre me ha llamado mucho la atención, en un sentido este hombre, adoraba las carnosidades, la abundancia de carne en la mujer, los grandes pechos y traseros que tan bien han quedado reflejados en películas como Amarcord. Un día ese varón dedicado al cine se casa y convierte en protagonista de algunos de sus mejores proyectos, a todo lo contrario de esas Venus que adora, a una mujer diminuta, escasa de carnes, pero de cara simpática y gestos chaplinescos, a un duende llamado Giulietta Masina.
Curiosamente, cuando Zampano y Gelsomina (¿podrían encontrarse mejores nombres para unos personajes circenses?) comen juntos por primera vez, el personaje interpretado por Quinn no puede resistirse a la rotunda carnosidad de una morena, que no tiene mayores atributos que una obesidad contenida aun en los limites de las formas de una mujer, marchándose con ella y olvidándose por completo de Gelsomina, ¿podría ser aquí Zampano un alter ego de Fellini o al menos de sus sueños?
Parece que de algún modo, indirecto, introducía estos guiños a sus obsesiones en estas películas.
Giulietta Masina está maravillosa, pudo haber hecho la cinta entera sin hablar y decirlo todo con sus gestos, que si bien a veces son excesivos, nunca pierden su encanto y seducción. Massina no tiene atractivos de mujer si lo que buscamos es voluptuosidad, erotismo o carnosidad; pero tiene una mirada, unos ojos fascinantes y expresivos como pocos, un alma que le rebosa por ellos y una gestualidad que crea complicidad y ternura. Es difícil no querer a Gelsomina, con su ingenuidad, con su vitalidad, con sus historias tan desdichadas.
Anthony Quinn hace un papel apoteósico, brutal y en su deshumanización muy humano, pues es esta la naturaleza de muchos seres, refleja a la perfección a determinado tipo de personas, que en la necesidad, en la lucha por sobrevivir, no ven más allá de si mismo y mucho menos atienden a sus sentimientos, sólo tienen pensamientos para sobrevivir en la cuasianimalidad, para salir adelante como sea.
Curiosamente Anthony Quinn contó en su autobiografía que el personaje de Zampano se acercaba mucho a su propio carácter. En la película, termina por parecer Zampano, con su número circense repetido hasta la saciedad en los más ínfimos detalles, un animal enjaulado que repite sistemáticamente el mismo movimiento una y otra vez en la jaula, teniendo una única pulsión, seguir viviendo.
El final lo dotará de un atisbo de conciencia que humanizará definitivamente el personaje.
En conclusión, ¿quién podrá olvidar el rostro pintado de Gelsomina o la brutalidad de Zampano después de ver la cinta?
Una delicia.
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