
Director: Terry Jones
Duración: 94 minutos
País: Reino Unido
Reparto: Graham Chapman, John Cleese, Terry Gilliam, Eric Idle, Terry Jones, Michael Palin, Terence Bayler, Carol Cleveland, Kenneth Colley, Neil Innes, Charles McKeown, John Young, Gwen Taylor, Sue Jones-Davies, Peter Brett, entre otros.
" Brian nace en Judea, en un pesebre, y casi al mismo tiempo que Jesucristo, Tres reyes magos, confundidos por esta vecindad, creen que éste niño es el Mesías prometido, pero muy pronto queda evidente que, en realidad, el recién nacido es sencillamente Brian."
Si hay una comedia de las de auténtica risa que deba escogerse como representación del elenco cinematográfico, esa debe de ser sin duda esta película.
Obra cumbre de los Monty Python que reune sus más imaginativas a la par que irónicas secuencias de un modo que se convierten en una obra de arte del humor. Porque todo en esta película es arte y genio, desde los mismos títulos del comienzo hasta ese magnífico e inolvidable final acompañado de las notas de la canción que dice que siempre hay que ver el lado esplendoroso de la vida.
La sátira de paralelismo con la vida de Cristo les costó las correspondientes protestas y escándalo por la supuesta blasfemia, pero la cosa no pasó a mayores y la cinta se ha convertido en un clásico imprescindible. Y como buen clásico me aporta motivos universales que bien pueden aplicarse en cualquier época. Porque "aparte del alcantarillado, la sanidad, la enseñanza, el vino, el orden público, la irrigación, las carreteras y los baños públicos, ¿qué han hecho los romanos por nosotros? Todo un sarcasmo genial sobre la necedad humana.
Esta obra no es una ácida blasfemia contra la religión católica, sino contra todas las religiones, busquen éstas la salvación del alma o la del hombre. El acierto de esta realización es poner lo sacrílego de estas dos visiones a ras de tierra y, desde ahí, comenzar sus acertadas bofetadas.
De hecho, es una película única, ni antes ni después el cine ha vuelto a realizar un cóctel tan explosivo que combine farsa, religión y política.
Sus escenas son una fiesta, repletas de agudos diálogos, que por más que los tenga muy conocidos siguen haciéndome estallar en carcajadas, y memorables chistes visuales que acentúan esos diálogos y disparatadas situaciones.
La galería de personajes (magníficamente caricaturizados por el reparto) son de los que dejan una agradable sensación, llevándome de una secuencia a otra igual o más inspirada que la anterior, siempre siguiendo los pasos de Brian, que es el que logra unir las partes inconexas hasta lograr un todo lúcido y coherente.
Toda ella es un festejo. Un gran festejo, pues no se sabe con que parte quedarse, cuál de los chistes el favorito, qué línea de diálogo despierta las ya agotadas carcajadas a esas alturas. Eso si, cada que se vuelva a ver dará nuevas oportunidades a esta película tan redonda como una hostia sin consagrar, pero llena de un humor divino que no para de estampar su oposición contra el fanatismo al que, al parecer, estamos condenados.
Pero hay una medicina: oxigenar el cerebro con ese evangelio, según los Monty Python que es este filme. No busquen más, la salvación está en la risa.
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