
Director: Federico Fellini
Duración: 110 minutos
País: Italia/Francia
Reparto: Giulietta Masina, Francois Périer, Franca Marzi, Dorian Gray, Aldo Silvani, Ennio Girolami, Mario Passante, Christian Tassou, Amedeo Nazzari, entre otros.
" Cabiria es prostituta y ejerce en uno de los barrios más pobres de Roma. Sueña con encontrar el amor verdadero, un hombre que la aparte de la calle y a quien pueda entregarse en cuerpo y alma. Su bondad y una cierta ingenuidad la convierten en víctima de sucesivos vividores que se aprovechan de ella, le roban y golpean. Las contrariedades no afectan a su espíritu, que cobra esperanzas renovadas una y otra vez pese a los sucesivos fracasos. Todo parece cambiar cuando abre su corazón a un tímido contador que le propone matrimonio."
No sé que tienen algunos directores italianos, que van y me colocan en la pantalla algunas de las más incomensurables maravillas que sólo unos cuantos tocados por la gracia son capaces de ofrecer.
Fellini, tan admirado como menospreciado, supo escribir en las páginas de lo súblime con letras de oro, con ese pulso de lo que trasciende las fronteras de lo simplemente extraordinario para remontarse hacia lo que va más allá de todo lo hermoso que el ser humano pueda crear.
Algo tan inmenso me ha transmitido este drama, que nunca tendré palabras suficientes para hacerle honor. Personalmente, exalto a Giulietta Masina en la que es una de las más estremecedoras interpretaciones femeninas desde que la primera actriz de cine actuó en una película, hace más de un siglo.
No son muchas las actrices que han logrado sobrepasar todo lo imaginable en mi escala de emociones, pero sin duda, Masina se ha ganado, con pleno mérito, uno de los puestos más elevados.
Fellini, al que sólo por una cinta como ésta califico como un verdadero gigante del séptimo arte, mostró su gran genio no sólo para dirigir, sino para elegir a los actores idóneos, y su buena mano para guiarlos a través de unas interpretaciones que en alguna ocasión dieron lo mejor y que sencillamente es insuperable.
Seguro estoy de que el mismo Fellini se extasió ante las dotes de Masina, y le dió alas para fundirse con su papel de un modo en que pocas veces se ve. No conozco las circunstancias del rodaje de este proyecto, pero estoy convencido de que el célebre genio italiano cifró en ella muchas esperanzas y su gran creatividad.
Giulietta Masina, su esposa en la vida real y su único gran amor, se rindió ante su más ferviente admirador, quien permanecería a su lado para siempre.
No me cabe duda que Fellini era un hombre agraciado, con una sensibilidad más allá de lo corriente, porque de lo contrario, no habría sido capaz de regalarme algo tan bello. Cuando él murió, Masina le siguió al poco tiempo. Tanto lo amaba, que no pudo soportar seguir viviendo sin él a su lado. Y creo que comprendo la razón.
Esta realización es una genuina obra de arte en la que lo doloroso va de la mano con un lirismo desgarrador.
Cabiria es una chica de los arrabales de Roma, como tantas otras que se prostituyen para sobrevivir. Desde el principio, ella me roba el corazón porque derrama una luz que nada puede apagar. Vapuleada, llevada de un lado a otro, engañada y abandonada como un perro, ella es la prueba viviente de la dureza de esta vida intoxicada y corrompida. Dan ganas de gritar contra tanta maldad. Y ahí está ella que, de alguna manera, representa la esperanza en sí misma. Porque ese corazón tan grande que tiene, tan pisoteado, me devuelve la certeza de que todavía quedan cosas buenas en esta cruel existencia.
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