Director: Abel Gance
Duración: 235 minutos
País: Francia
Reparto: Albert Dieudonné, Vladimir Roudenko, Edmond Van Daële, Alexandre Koubitzky, Antonin Artaud, Abel Gance, Gina Manès, Suzanne Bianchetti, Marguerite Gance, Yvette Dieudonné, Philippe Hériat, Pierre Batcheff, Eugénie Buffet, Acho Chakatouny, Nicolas Koline, entre otros.
" Una película sobre el gran estratega militar francés durante su juventud y los inicios de su carrera en el ejército. Aquí vemos el golpe de estado de 1799, que significó el fin de la Revolución Francesa, lo que puso el poder en manos de Bonaparte, el más prestigioso de los generales franceses, sobre todo después de sus brillantes campañas en Italia y en Egipto. Desde 1799, Napoleón no sólo fomentó la difusión de las ideas revolucionarias, sino que, además, se lanzó a la conquista de Europa."
Obra del prolífico autor Abel Gance cuya carrera abarca más de sesenta años. Ejercicio del séptimo arte que es considerado por algunos como todo un compendio del cine mudo y alabada por la cantidad de adelantos técnicos que presenta, convirtiéndose así en un punto de referencia en la creación e influyendo enormemente en directores posteriores. Y es que aquí uno como espectador puede toparse con la famosa escena de la batalla de las bolas de nieve, en la que el juego de unos niños se vuelve el antecedente directo de otras escenas que ya hemos podido apreciar como la del desembarco en Normandía en Saving Private Ryan. Sí, aunque pueda sonar exagerado la influencia es directa y muy reconocible en cintas más contemporáneas.
Pensada como parte de un proyecto sin finalizar, en el que se pretendía plasmar la vida completa de Bonaparte, la creación de Gance nos relata parte de la existencia del genial militar nativo de Córcega, iniciando en su niñez y terminando en el instante en que consigue el poder político y militar. El realizador francés, quien posteriormente volvería a centrarse en el reconocido personaje en 1960, acabó vendiendo la parte final a un director rumano por no contar con la financiación necesaria para completar el proyecto.
La película se divide en dos partes. La primera se caracteriza por la narración de los hechos en clave épica, presentándolos con total formalidad e importancia, concediendo a los personajes escasos momentos de respiro o alegría, inclusive en aquellos que todavía son niños. La Revolución Francesa colma de dramatismo la pantalla y nos muestra a sus protagonistas, los cuales salvo Napoleón, son incapaces de oponerse y de intentar controlar la arrolladora fuerza del contexto en el que viven.
La segunda parte nos presenta el encumbramiento del fuerte combatiente francés hasta conseguir el poder y el dominio de Francia. Aquí curiosamente vemos como las tensiones tienen contrastes ligeros o incluso cómicos, que no dejan de ser insólitos. Por ejemplo contemplamos a Napoleón jugando a la gallina ciega con los hijos de Josefina, mientras su amante Barras, pasa a su lado con todo el cuidado del mundo para no ser descubierto.
Aparte de los que ya he hecho mención, la cinta presenta algunos momentos más que merecen ser destacados como aquel de Napoleón en la tormenta real y la que experimentar en la Convención cuando es cuestionado por personajes de la talla de Robespierre. Por supuesto no podría dejarse fuera la batalla final, en donde aparece la visión simultánea en tres pantallas, lo que sería el predecesor del famoso cinemascope. De igual forma, la banda sonora refuerza el poder de la cinta y se hace necesaria por ejemplo en momentos sublimes como cuando se entonan las primeras notas de "La Marsellesa".
Sea como sea, esta obra vale la pena porque aquí se representan todas las facetas del controvertido militar y gobernante francés, las más humanas y por lo tanto las más íntimas. Sus inquietudes y sus imperfecciones. Hasta que llegamos al festival de consumación de imágenes, técnica y ambición cinematográfica. Tres cámaras, grabación simultánea, estructura que solo puede venir de un auténtico apasionado de la creación. Y todo esto es Napoleon de Abel Gance. Un panfleto que resalta el sentimiento patriótico, que se eleva hacia el cielo del gran arte, eso si, siendo muy consciente de ello.
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