Director: Preston Sturges
Duración: 105 minutos
País: Estados Unidos
Reparto: Rex Harrison, Linda Darnell, Rudy Vallee, Barbara Lawrence, Kurt Kreuger,
Lionel Stander, Edgar Kennedy, Al Bridge, Julius Tannen, Torben Meyer, entre
otros.
“El director de orquesta Sir Alfred de Carter sospecha
que su mujer le es infiel. Durante uno de sus conciertos, imagina tres maneras
de resolver sus problemas conyugales. Pero la realidad dista mucho de la
ficción."
Aunque haya dirigido algunas cintas más después de este gran proyecto, debo
ser completamente sincero, esta debe ser la última genialidad de uno de los
grandes directores-escritores de comedia de Hollywood. Claro, me refiero al
espléndido Preston Sturges. Y claro, como era de esperarse en él, qué manera de
despedirse de este mundo.
El protagonista de esta gran obra es Rex Harrison. En esta ocasión,
Harrison interpreta a un tal Sir Alfred de Carter, un renombrado director de
orquesta, nativo de Inglaterra, que todo el tiempo presume el amor a su mujer,
cuyo nombre es Daphne, a la que comúnmente se refiere como su
"novia". Aunque al parecer su unión sea más cercana al matrimonio.
La película nunca aclara cuan largo o corto ha sido el
tiempo que los enamorados han estado casados, pero a juzgar por el nivel de su
pasión, uno adivinaría que siguen todavía en la etapa que suele denominarse
como "luna de miel".
Esta película es una clara muestra de un subgénero de
la comedia que alcanzó su punto máximo durante los años 30 y los años 40, a
cual se le conocía como Screwball. El término se podría traducir
literalmente como zigzagueante, ya que tomó su nombre de un tipo de lanzamiento
de béisbol, en el que la bola toma diversos efectos. La gran depresión tuvo la
culpa de su nacimiento, debido a que se utilizó como vía de escape a los
problemas que molestaban a la gente en aquella época. Uno de sus principales
creadores y representantes fue Preston Sturges.
No es muy común que un cineasta logre influir en el
espectador la primera vez que se tiene oportunidad de apreciar alguna de sus
realizaciones, que fue exactamente lo que Sturges generó en mí cuando miré The
Lady Eve. Logro distinguir que uno de sus sellos eran los diálogos, que
son, metafóricamente hablando, tan filosos como una navaja de afeitar, esto es:
impregnados de un sarcasmo tan fino que en ocasiones es difícil de reconocer.
El gran mérito de la cinta es ese toque amargo de
denuncia, una cruda acusación social contra la institución más elemental de
todas: el matrimonio. En pocas palabras, la disección más salvaje que se pudo
hacer del enlace entre dos seres humanos en el cine.
La escena que podría llamar el clímax de la historia y el recurso más
llamativo de la misma ocurre cuando, acudimos al concierto en donde logramos
como espectadores insertarnos en la mente de Sir Alfred y espiamos de cerca,
cada uno de sus pensamientos. Mientras tanto, en el fondo, escuchamos piezas
famosos de compositores como Rossini, Tchaikovsky y Wagner.
Al mismo tiempo que guia cada una de las piezas, se concentra en su amada
mujer. Así es como llega a imaginar el asesinato perfecto, el cual culmina con
la muerte de Anthony su asistente. Luego fantasea con ser una versión suya de
un hombre casi canonizado que prefiere perdonarla y ser generoso, compartiendo
su fortuna con ella. La última de sus ensoñaciones es tan dramática que
prefiero no mencionarla, sólo diré que incluye una pistola.
Por supuesto, si esta hubiese sido una película de Hitchcock, hablaría de
un desenlace completamente esperado. En este caso, Sturges, hace todo lo
posible porque esto último jamás ocurra. Ahí está plasmado su sello personal.
A pesar de todo esto, la cinta fue un fracaso total. Lamentablemente estuvo
rodeada de una atmósfera de muerte de la que no pudo escapar. Primero, uno de
los actores murió meses del estreno. Luego el escándalo de la amante de
Harrison, Carole Landis ya que el no quiso divorciarse de su esposa y la
actriz, incapaz de superar la situación, terminó suicidándose. Y por supuesto,
la idea central del proyecto (hacer bromas sobre temas como el asesinato o el
suicidio fue demasiado) para un público que estaba cansado y tratando de dejar
atrás la segunda guerra mundial. Fue así como la película fue un descalabro del
que Sturges no pudo recuperarse jamás.
En fin, ¿Qué se le va
a hacer? Básicamente una de las comedias negras más divertidas que se haya
realizado en todos los tiempos. De visión obligada.
Comentarios