
Primero que nada, me gustaría expresar que me da mucho placer escribir sobre esta película. Ésta es esa primera película que caló en mí hace varios años, esa película que cada uno que la hemos visto llevamos dentro porque fue la primera que nos sacudió, que nos desgarró, que buscó en nuestro interior y lo encontró todo, removiéndose, y yo me encontraba emocionado, encogido en la butaca revolviéndome e intentando contener la emoción. Me dejó totalmente abatido, acongojado y ensombrecido con una de esas pequeñas historias que sólo el cine sabe engrandecer, a las cuales sólo el celuloide sabe dar forma, desarrollar, lograr que se llegue al final y se sienta en carne propia cualquier hecho o acontecimiento que vivan los personajes.
Aquí, el hecho de contar una historia tan atípica, donde una niña de escasa edad y un asesino a sueldo, donde la inocencia y la rigurosidad chocan, ya es un punto de inflexión para engancharse a la pantalla, y disfrutar de esos instantes con Mathilda, esa niña repleta de carácter y determinación, que topa con la seriedad y pulcritud de Leon, un viejo lobo solitario, que sólo vive para sí mismo y para su planta.
Y tras ese enganche, vienen esos preciosos momentos donde la cámara va más allá, la cámara nos destapa sus vidas, sus instantes más íntimos, todos esos instantes que nadie querría volver a ver por miedo a parecer ridículo, todos esos momentos que nadie querría volver a ver para no preguntarse si estaba actuando debidamente o no, todos esos instantes que, en definitiva, nos hacen a todos y cada uno de nosotros individuos únicos, con nuestros momentos de fragilidad, desolación, alegría, frustración y tristeza, y que muestran nuestro lado más débil y quebradizo, nuestro lado que, en definitiva, nos hace lo que somos: Seres repletos de los sentimientos más dispares e impulsivos.
Léon, además, fue la catapulta para esa pequeña niñita llamada Natalie Portman, que endulza su personaje como nadie y le da el carácter suficiente como para realizar una de las mejores interpretaciones de alguien de esa edad, por no decir la mejor, y con sobrado terreno sobre las demás. Por otro lado, Reno borda esos papeles que tan bien sabe abordar, con esa minuciosidad y esa rigurosidad que sólo sabe emplear él cuando tiene ante sí un personaje tan severo, de facciones tan marcadas, facciones que le delatan y tras las cuales también esconde una amable sonrisa, un lado simpático, una mirada entrañable.
Gary Oldman, como siempre y aquí más que nunca, sobreactúa llevando a cabo una de esas personalidades que tan bien se le dan, precisamente por ser descarada y atrevida, por ofrecerle precisamente las aptitudes que requería dicho personaje.
Una cinta que no pretender ser nada del otro mundo, algo que le hace sumar puntos, su único propósito es entretener, y sin duda, en mi caso lo consigue con creces, la verdad es que ese matón con corazón de niño y esa entrañable niña, ya forman parte de mis debilidades cinematográficas.
Sólo les pediría una cosa, cuando la vean, no le busquen sus defectos, simplemente dejense llevar, será entonces cuando la podrán disfrutar de verdad.
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