
Director: Alfred Hitchcock
Duración: 128 minutos
País: Estados Unidos
Reparto: James Stewart, Kim Novak, Barbara Bel Geddes, Tom Helmore, Henry Jones, Raymond Bailey, Ellen Corby, Konstantin Shayne, Lee Patrick, entre otros.
"Scottie Ferguson es un detective de la policía de San Francisco que siente miedo a las alturas y se ve obligado a retirarse cuando un compañero cae de una cornisa al vacío, durante la persecución de un delincuente. Un viejo amigo del colegio, Gavin Elster, contrata a Scottie para vigilar a su esposa Madeleine, una bella mujer que está obsesionada con su pasado."
La incógnita es la solución más simple en la intriga. Hitchcock lo sabe y, además, esa incógnita no le interesa. La desprecia y vapulea. La resuelve a mitad de la película y la desvela mucho antes del final del metraje. La emplea como recurso para engancharnos y, una vez nos tiene bien agarrados, nos introduce en un clima de enseño fantasmagórico que en esta película, como siempre he defendido, trata realmente sobre el tiempo. Sobre lo extraño que es el tiempo, el pasado. Sobre los muertos y su influencia en el presente.
El tiempo es el elemento más aterrador y desconocido al que nos enfrentamos quizás por ser, a su vez, el más cotidiano.
La intensidad de las imágenes de Hitchcock tiene que ver con el clima que genera, con el aura de sueño enajenado que todo lo envuelve, no en su incógnita ni en su final sorpresa; no es su objetivo, por lo que no creo que se pueda valorar esta película por su credibilidad (salvo que exijas credibilidad siempre en el cine, cosa que no creo que haga nadie). Vértigo no es menos auténtica que Saw.
Pero en Vértigo la historia interesa como introducción ya que el resto es mucho más que una película de misterio, pero sin dejar de ser una gran película de misterio. Y ahí está la tremenda virtud de esta cinta.
Y es que siendo una de las películas más entretenidas de Hitchcock, con uno de los planteamientos más colosales (y seductores) de la historia del cine, es a su vez una de las más personales ( si no la que más).
Luego el componente de manipulación del otro (un tipo claro de frustración sexual que lleva a ser incapaz de compartir, a tratar al otro como un objeto, un mero instrumento para cubrir así carencias) le da a la cinta una dimensión de declaración íntima y de volcar los demonios interiores que la convierten en una película mucho más extraña de lo que puede parecer a priori.
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