Fue la noche más interminable de mi vida. Y una de las más dolorosas.
Jamás pensé escuchar de tu boca que había alguien más, que te habías enamorado de él, pero de esa forma me diste un buen motivo para dejar de verte definitivamente.
Aquí hay tanto silencio que me siento inundado de paz. No pude dormir ni un segundo en las horas que faltaban de la madrugada, la acidez me quemaba por dentro.
Me acosté en el piso, sobre el tapete y usé un cojín como almohada, sabiendo que no podía estar contigo en la cama despúes de lo sucedido.
Sólo pienso en tus palabras, en el "Adiós Javier" de hace unos minutos por el teléfono, en lo eufórica que estabas anoche: bailabas, gritabas, bebías, discutías y nos tocabas al rostro a los invitados. Los cruces de palabras innecesarios que tuvimos, junto con el sabor del tabaco y el Whisky, de los que todavía en esta circunstancia conservo un dejo.
En algún punto de la velada, contaste cómo nos conocimos. Ahora ya me parece una total ironía.
Lo último que articulaste antes de la llamada telefónica fue: ¿Qué hora es? y al preguntarte si ya te ibas, sólo respondiste con un Sí muy terminante.
Supongo que ya debes haber llegado a casa, antes de eso cargaste gasolina y justo en este instante estarás descansando muy merecidamente.
Mientras tanto yo, sigo aquí sin coinciliar el sueño. Me resulta casi imposible dormir en una cama ajena.
El cuarto en dónde estoy me embelesa, es muy colorido, aunque se filtra mucha luz.
Es curioso, pero justo ahora has dejado de dolerme, no eres más una aflicción permanente, en este momento únicamente siento indiferencia y apatía por ti.
Alguna vez escribiste que sentías tanto como yo, que esto no hubiera funcionado. Estoy de acuerdo contigo.
No te extraño, sólo se percibe un gran vacío cuando tú no estás. Sin embargo podré manejarlo como muchas otras veces lo he hecho.
La verdad es que te mereces ser feliz y lo expreso de todo corazón; no importa si es con él o con otro hombre.
No te puedo odiar y si algún día lo hago, nunca te enterarás.
No vale la pena juzgarte por lo que hiciste, yo no soy nadie para hacerlo y entre otras cosas no cuento con la calidad moral para representar el papel de juez.
Tengo muchos motivos para aborrecerte, es verdad, no obstante lo felices que alguna vez fuimos. Pero eso ya es pasado y jamás volverá.
Por eso insistiamos, por el recuerdo, por el vacío emocional de nuestras vidas, por la patología, por la dependencia, por ser ésta relación una adicción más.
Pensándolo bien, si me dueles. Es lamentable que cada vez termina peor todo este asunto y me da miedo presentir que nunca volveré a verte, aunque sea poco probable.
Nos merecemos algo mejor que esto, sin duda alguna.
Esta vez voy a seguir tu consejo, me lo voy a tragar todo. Puede funcionar.
Comentarios