
Esto escribía hace exactamente una semana y un par de días:
Llegó el momento que estuve esperando con tantas ansias. No sé si es el destino o es la vida los que me ponen a prueba esta vez, pero en realidad no importa, lo fundamental es que estoy listo y quiero ver que sucede.
Anoche que hablé con ella todo era extraño, sin embargo su voz no dejaba de sonarme tan familiar y se lo dije.
Antes de que eso sucediera, me había llamado a casa y al celular. Jamás se me hubiera ocurrido revisar el teléfono, hasta que lo saqué para poder apreciar la hora; ya que estaba mareado y el sitio en donde me hallaba era notablemente sombrío. De esa forma me encontré sorpresivamente con dos llamadas pérdidas. Y eran suyas.
Mi primer reacción al leer ese número (sú número) fue de escepticismo. Por un instante me cruzó por la cabeza la idea de que tal abundante cantidad consumida de alcohol y tabaco me habían provocado algunas alucinaciones. Lo reconocí en primera instancia, pero no podía evocar a ciencia cierta de quién era, así que regresé la llamada.
Contestó con cierta desconfianza. En cambió yo me presenté con cierto vigor, lo poquito que sobraba de la fiesta que regresaba, ciertamente aturdido.
Le pedí que me contara lo que sucedía. Quedamos en vernos porque según ella tiene algo que supuestamente me incumbe.
Gran parte de la noche me quedé con la interrogante si es algo real o un pretexto para verme. Ya lo sabré después."
¿Qué si tuve razón? Sí y no.
Sí, porque era cierto que quería verme.
No, porque en realidad nunca fue un pretexto, sino una artimaña desarrollada a medias.
Ha sido una semana intensa: con recuerdos, llantos, café, cigarros, largas conversaciones, la película Wall-E y un poco de celos. Y otras cosas, no obstante prefiero guardarmelas.
Pero una vacilación, no detiene el ritmo de este viaje.
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