Director: Darren Aronofsky
Duración: 96 minutos
País: Estados Unidos
Reparto: Hugh Jackman, Rachel Weisz, Ellen Burstyn, Mark Margolis, Stephen McHattie, Fernando Hernandez, Cliff Curtis, Sean Patrick Thomas, Donna Murphy, Ethan Suplee, Richard McMillan, Lorne Brass, Abraham Aronofsky, Renee Asofsky, Anish Majumdar.
" Nuestro héroe para salvar la vida de su esposa enferma de cáncer, busca el legendario árbol de la vida, que otorga la inmortalidad a aquellos que beben de su savia."
Los tiempos que vivimos no son buenos para el arte. El bombardeo promocional que precede al estreno de cualquier película no sólo es perjudicial en la mayoría de los casos, sino realmente nocivo, como en casos como el que me ocupa. La promoción que se le hizo a esta película fue completamente engañosa, falsa y manipuladora. La sinopsis que alguna vez se mostró era sumamente erronea, dado que es una película completamente abierta a la interpretación y que busca más pulsar el resorte de las emociones que el de la razón.
De ahí que mucho público saliera frustrado del cine al tratar de entenderla, ajustándose a premisas equivocadas. Desde mi punto de vista no hay ningun viaje en el tiempo ni tres momentos temporales, como insisten en repetir los resumenes del argumento de la cinta. Pudiera ser que solo existiera una sola realidad, un deseo de cómo hubieran podido ser las cosas en un pasado remoto y una imagen del inconsciente de un hombre enamorado. Pero no necesariamente tiene por qué ser asi, hay tantas lecturas posibles de esta obra como espectadores la vean.
Es una obra cinematográfica total, es cine en estado puro, su potencia visual es tan deslumbrante y abrumadora que se resiste a cualquier tipo de análisis racional. Aronofsky trascendió las fronteras del cine y se adentró en terrenos más propios de la pintura o hasta de la poesía y el inconsciente.
Las interpretaciones de los protagonistas Jackman y Weisz convierte la cinta en un espectáculo emocional soberbio que dinamita las percepciones de una forma casi hipnótica; la experiencia está más cercana a la lectura de un poema o la apreciación contemplativa de un cuadro que a una película, lo cual es para agradecerlo dada la vulgaridad que tan habitualmente inunda las pantallas del cine y de la televisión actual. Es una creación para el corazón, no para la mente. Para disfrutarla como se disfruta el contemplar un amanecer. Simplemente sublime.
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