
Director: Elia Kazan
Duración: 108 minutos
País: Estados Unidos
Reparto: Marlon Brando, Karl Malden, Lee J. Cobb, Rod Steiger, Pat Henning, Leif Erickson, James Westerfield, Tony Galento, Tami Mauriello, John F. Hamilton, John Heldabrand, Rudy Bond, Don Blackman, Arthur Keegan, Abe Simon, entre otros.
" La vida de los estibadores de los muelles neoyorquinos es controlada por un mafioso que se hace llamar Johnny Friendly. Terry Malloy, ex-boxeador a sueldo, que trabaja para él, es testigo y autor indirecto de alguna de sus fechorías.
Cuando conoce a Edie Doyle, hermana de una víctima de Friendly, Mallow se arrepiente, y comienza a sentirse culpable de la vida que lleva. Ella le presenta al padre Barry, quien le anima para que acuda a los tribunales y cuente todo lo que sabe."
Película dura, de una tensión dramática implacable. Sin embargo no renuncia a momentos bellísimos de un lirismo arrebatador. Es una mezcla entre el género de denuncia y el melodrama social, retratando con crudeza los bajos mundos de los muelles de Nueva York y el control que sobre los mismos tenían los sindicatos del crimen, pero por encima de todo nos habla de seres humanos, perdedores que buscan su redención y un lugar bajo el sol.
El personaje de Brando y de Eva Marie Saint son dos seres que intentan sobrevivir al desarraigo, al fracaso y a la desesperación.
Como alguien acertadamente señaló: "su amor nace de dos soledades compartidas que crece en un medio hostil", y que camina hacia la toma de conciencia de él y al perdón, a través del amor de ella.
Kazan con su magistral dirección nos ofrece una extraordinaria película que se sustenta en la fuerza de la historia, basada en un hecho real, en un excelente guión, y en una extraordinaria dirección de actores, todos ellos maravillosos, recompensada con nominaciones a los premios de la academia para Lee J. Cobb, Rod Steiger y Karl Malden, y con la estatuilla para Eva Marie Saint como actriz secundaria, nada mal para haber sido su debut en el cine.
Para Marlon Brando como justo premio a la que probablemente sea la mejor interpretación que jamás ningún actor ha plasmado en una pantalla de cine.
La sublime secuencia de Brando hablando con su hermano en el coche, o algunas de las secuencias pudorosamente intimistas entre Brando y Saint en las que el actor alcanza niveles insuperables son suficiente argumento para corroborar tal afirmación.
La brillante fotografía en blanco y negro de Boris Kaufman y la espléndida partitura de Leonard Bernstein, colaboran a hacer de esta cinta una obra maestra incontestable del cine.
Un clásico a reivindicar, para ver sin prejuicios.
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